¡Te adoro, Espíritu Santo.
Nunca jamás me abandones!
Que tus Frutos y tus Dones,
llenos de celeste encanto,
nos cubran bajo su manto.
Danos gozo y caridad,
temor de Dios y piedad,
paz, paciencia y mansedumbre,
benignidad, dulcedumbre,
fe, continencia y bondad.