(De la Audiencia General del Papa Pablo VI del 20 de agosto de 1969)
La oración vence la oscuridad y el cansancio de nuestro camino. No en vano el Señor nos ha dejado este binomio evangélico: "Vigilad y orad" (Mt 26,41). Y no sólo esto. La oración, la vida de oración, es decir, la habitual dirección del espíritu hacia Dios, mediante una conversación filial y el concentrado silencio con El conduce a aquella forma de espiritualidad que está llena del don de la sabiduría del Espíritu Santo, y que podemos llamar, incluso en el simple fiel, vida contemplativa constituye en cierta manera un comienzo de la bienaventuranza; se refiere al episodio de Marta y María, en el que esta última, absorta en el diálogo con Cristo, merece de El estas palabras célebres: "María ha escogido la parte mejor, que no le será arrebatada" (Lc 10,42) nunca más.