Señor, compadécete de mí y escucha mi deseo.
Porque creo que no es de cosa de la tierra, oro, plata y piedras preciosas;
ni de hermosos vestidos, honores y poderíos ni de deleites carnales,
ni de cosas necesarias al cuerpo y a esta vida nuestra peregrinación,
todas las cuales cosas se dan por añadidura a los que buscan tu reino y tu justicia.
Ve, Dios mío, de dónde es este mi deseo.
Me contaron los inicuos sus deleites, pero no son como tu ley, Señor.
He aquí de dónde es mi deseo. Mira, ¡Oh Padre!, mira, y ve, y aprueba,
y sea grato delante de tu misericordia que yo halle gracia ante ti,
para que a mis llamadas se abran las interioridades de tus palabras.