¡Qué sed tiene la gente de oración!
Se acercan a nosotros para pedirnos que les enseñemos a orar.
Como Jesús, debemos enseñarles orando con ellos.
No podemos desaprovechar esa maravillosa oportunidad.
Si nosotros habláramos menos del Señor y habláramos más con El,
¡qué pronto se transformaría nuestro mundo!
Es cierto que al Señor le agrada que hablemos de El,
pero más le gusta que hablemos con El.