engendrada del llanto de tu ausencia,
al Cielo te trasladas en presencia
del, si alegre, dichoso, santo coro,
mi corazón se va tras su tesoro;
tras Ti se va con alta diligencia,
y yo te sigo en dulce competencia,
con cudiciosa vista y triste lloro.
¿Cómo oirás, oh mi bien, el llanto mío,
si vas adonde nunca entró la pena?
¡Bien que en tus manos llevas mi memoria!
Lejos yo, cual mis ojos, hechos río,
el fuego templan que en mi pecho suena,
templaré mis querellas con tu gloria.