...Le dijo su Madre: «¿Por qué has hecho esto? Mira que tu padre y yo, apenados, andábamos buscándote». Y Él les dijo; «¿Por qué me buscabais? ¿No sabíais que es preciso que me ocupe en las cosas de mi Padre?» (Lc 2,48-49).
puedes dejar tu herramienta,
puedes irte a descansar, te lo has ganado bien.
Y lentamente te deslizas como un hombre fatigado de tu trabajo, que se cae de sueño.
Tu madre te recibe en sus brazos:
«¡Cómo estás, hijo mío! ¡Qué exagerado eres! ¡Estás muerto de cansancio!
»Quizá el Padre no te pedía tanto».
Pero Tú descansas en paz,
sobre tu rostro, calmo y apaciguado, hay un brillo de gozo, es el reflejo de tu conciencia tranquila.
En verdad que has hecho sufrir a tu Madre; pero ella está orgullosa de Ti.
«Duerme ahora, Pequeño mío. Tu Madre te mira.»
Así cada día yo me duermo al concluir mi jornada.
Y ¡en qué estado a veces, Señor!
Pero ¡ay! mi fatiga y mi suciedad no siempre vienen del servicio del Padre.
María ¿aceptarás Tú — a pesar de todo — el velarme cada noche?
Mi cuerpo está cargado de impurezas, pero mi corazón pide perdón.
No olvides que Tú eres refugio de pecadores.
Santa María, Madre de Dios, ruega por mí, pobre pecador.
Concédeme por los méritos de tu Hijo, que jamás me duerma sin haber obtenido el perdón de tu Hijo.
Y que, reposando cada noche en tus brazos, en paz,
vaya entrenándome a morir.