Dios y Señor mío:
está atento a mi corazón y escuche tu misericordia mi deseo,
porque no sólo me abrasa en orden a mí,
sino también en orden a servir a la caridad fraterna;
y que así es, lo ves tú en mi corazón.
Que yo te sacrifique la servidumbre de mi inteligencia y de mi lengua;
mas dame qué te ofrezca,
porque soy pobre y necesitado y tú rico para todos los que te invocan,
y que seguro tienes cuidado de nosotros.
Circuncida mis labios interiores y exteriores de toda temeridad y de toda mentira.
Tus Escrituras sean mis castas delicias:
ni yo me engañe en ellas ni con ellas engañe a otros.
Atiende, Señor, y ten compasión; Señor,
Dios mío, luz de los ciegos y fortaleza de los débiles
y luego luz de los que ven y fortaleza de los fuertes,
atiende a mi alma, que clama de lo profundo, y óyela.
Porque si no estuvieren aun en lo profundo tus oídos,
¿adónde iríamos, adónde clamaríamos?