voz, indistinta voz, para un oído
que percibe tu verbo y su sentido.
¡Quién, tácito Señor, quién te escuchara
por siempre! Tú nos dices, cara a cara,
la verdad. Tú despiertas al dormido,
que vive muerto. Todo lo vivido,
si aún no viviese, en Ti resucitara.
Tú no permites que la sombra, vana
voluntad de lo oculto, y el olvido
nos enturbien la vida, siempre clara.
Yo, que he escuchado tu callar, he sido
tu voz. Tú me mandaste que cantara
la gloria ilesa de tu amor herido.