¡Oh María! Vuestro nombre está sobre mis labios
y sobre el corazón desde el comienzo de mi vida.
Desde mi infancia aprendí a amaros como a una madre,
a invocaras en los peligros, a confiar en vuestra intercesión.
Vos leéis en mi ánimo el anhelo que siento de escrutar la verdad,
de practicar la virtud, de ser prudente y justo, fuerte y paciente, hermano para todos.
¡Oh María! Sostened mi propósito de vivir como fiel discípulo de Jesús
para edificar la sociedad cristiana y alegrar a la Santa Iglesia Católica.
A Vos, Madre, os saludo mañana y tarde;
a Vos invoco a lo largo del camino;
de Vos espero la inspiración y la fortaleza
para coronar los sagrados empeños de mi vocación terrena,
para dar gloria a Dios, para alcanzar la eterna salvación.
¡Oh María! Como Vos en Belén y en el Gólgota,
también yo quiero permanecer siempre junto a Jesús.
Él es el Rey inmortal de los siglos y de los pueblos. Amen.