En aquel tiempo el Espíritu empujó a Jesús al desierto.
Se quedó en el desierto cuarenta días, dejándose tentar por Satanás; vivía entre alimañas y los ángeles le servían.
Cuando arrestaron a Juan, Jesús se marchó a Galilea a proclamar el Evangelio de Dios; decía:
-Se ha cumplido el plazo, está cerca el Reino de Dios. Convertíos y creed la Buena Noticia.
REFLEXIÓN (de "La Liturgia de la Palabra - Comentarios a los Evangelios dominicales y festivos Ciclo B - Marcos" por Klemens Stock):
Cuando Jesús aparece por primera vez en público, cambian rápidamente los escenarios. Él sale de Nazaret de Galilea, donde ha convivido con los hombres de esta aldea y ha compartido su vida sencilla. En el Jordán se encuentra entre la muchedumbre que se acerca a Juan, y recibe de él el bautismo. Aquí se manifiesta también su singular relación con Dios. El Espíritu Santo le conduce después al desierto, lejos de los hombres, en tierra deshabitada, donde permanece durante cuarenta días. Jesús vuelve a Galilea y comienza su actividad pública. A partir de este momento, siempre estará con los hombres. A ellos les anunciará la Buena Noticia del reino de Dios y los exhortará a la conversión y a la fe.
Jesús viene de entre los hombres y va hacia los hombres. En el desierto, sin embargo, está lejos de ellos. El desierto se caracteriza por su tranquilidad y su soledad. Lo experimentado por Jesús en el Jordán puede seguir aquí actuando en él y puede llegar a embargarlo completamente. Marcos apenas habla de la estancia de Jesús en el desierto; se limita a decir que fue tentado por Satanás, que vivía entre las alimañas y que los ángeles le servían. El evangelista parece describir una situación, sin interesarse por referir las acciones y reacciones de Jesús. El primer plano lo ocupan los seres vivientes, que pertenecen también a la creación de Dios y que influyen sobre el mundo de los hombres.
Satanás se distingue por su deseo de oponer los hombres a Dios y Dios a los hombres. Marcos refiere sólo el hecho de que Jesús fue tentado. No dice en qué consistió la tentación ni señala reacción alguna por parte de Jesús. Es un modo de subrayar la estrecha y firme vinculación que Jesús mantiene con Dios. Por otra parte, también en esta experiencia de verse sometido a la tentación revela Jesús su solidaridad con los hombres.
Las fieras sólo son mencionadas. Marcos no dice que sucediera algo entre Jesús y ellas. La alusión a las fieras quizá quiera mostrar simplemente que Jesús está lejos de los hombres. Pero en la Biblia, junto con la espada, la carestía y la peste, las fieras constituyen uno de los grandes peligros para la vida de los hombres.El hecho de que Jesús esté con las fieras, sin verse amenazado por ellas, puede indicar la armonía entre todos los seres vivientes, que es un rasgo característico del paraíso y de la era mesiánica.
Los ángeles pertenecen indisolublemente a Dios; están a su servicio y hacen sólo lo que él les ordena. Si sirven a Jesús en el desierto es porque han sido enviados por Dios para esto. Marcos no específica cuál es el contenido de este servicio. No obstante, el hecho de que los ángeles sirvan a Jesús muestra la estrecha vinculación entre él y Dios.
En el desierto, la mirada sobrepasa el estrecho mundo de los hombres y se proyecta sobre los seres vivientes, que pertenecen también a la creación de Dios. Antes de que Jesús empiece a obrar entre los hombres, se esclarece la relación que mantiene él con estos otros seres. Se hace patente de nuevo su imperturbable vinculación con Dios y se nos presenta como el hombre nuevo. A diferencia de los primeros padres, Jesús no cae ante las propuestas del tentador, sino que permanece fiel a Dios. Las fieras no son una amenaza para él, sino que vive en paz con ellas. Los ángeles no le mantienen alejado del paraíso, sino que le sirven. Decisiva es la vinculación plena de Jesús con Dios. Esta vinculación determina las demás relaciones y se manifiesta en ellas.
Jesús anuncia en la Galilea el evangelio de Dios diciendo: «Se ha cumplido el plazo y el reino de Dios está cerca; convertíos y creed en el Evangelio». Esta frase preside toda la actuación de Jesús e indica lo que la caracteriza. Con dos afirmaciones, Jesús declara lo que Dios ha llevado a cabo y lo que cuenta a partir de este momento. En dos exhortaciones, señala lo que los hombres han de hacer para acoger de modo adecuado lo realizado por Dios. Dios ha llevado a cumplimiento el tiempo. Ha establecido que el tiempo de las promesas ha llegado a su fin y que ha iniciado el tiempo del cumplimiento. Así, lo que viene ahora queda estrechamente vinculado también con el Antiguo Testamento. Lo que allí se había prometido, y durante tanto tiempo había sido objeto de esperanza, llega ahora a ser realidad, convirtiéndose en motivo de la más profunda gran alegría.
El tiempo del cumplimiento queda caracterizado globalmente por un dato concreto: Dios ha hecho cercano su dominio real. Aún no lo ha instaurado completamente, pero ha tomado la decisión definitiva e irrevocable de hacerlo valer. Dios es el rey y pastor de su pueblo. Con todo su poder, se cuida de su pueblo, manteniendo y promoviendo en él la vida. Sin embargo, todavía es un Dios escondido, y su poder puede parecer débil. Otros poderes, que dañan y destruyen la vida de los hombres, dan la impresión de ser más fuertes: las fuerzas de la naturaleza, las enfermedades, la muerte, el potencial destructivo que los hombres han construido. Estos poderes están más cerca de nosotros y determinan nuestra experiencia. Parecen más fuertes que Dios, el cual no demuestra ningún interés por hacerlos desaparecer.
En esta situación, Jesús anuncia como Buena Noticia de Dios, es decir, como noticia que tiene a Dios por sujeto y por objeto, que él ha hecho cercano su reino. Dios ha decidido definitivamente que la situación actual no permanecerá así para siempre: todos los poderes nocivos desaparecerán; sólo Dios reinará. Con su poder y por medio de su presencia, Dios dará la felicidad plena y la plenitud de la vida. No es tarea de los hombres construir el reino de Dios; sólo Dios puede realizarlo. Este reino viene de modo imparable.
Jesús dice también con toda claridad lo que los hombres debemos hacer: convertirnos y creer. Nuestro pensamiento se dirige hacia lo que nos resulta cercano y nos impresiona de inmediato. Esto no es Dios, sino cosas o seres creados por él. Aspiramos a los bienes terrenos y contamos con ellos y con los hombres. Tenemos miedo ante los poderes que nos amenazan y nos dejamos atrapar por ellos. Cambiar la mentalidad, convertirse, significa prestar atención no a las criaturas, sino al Creador, poniendo en él toda nuestra confianza. La conversión se transforma así en fe. No hemos de seguir apegados a lo que nos impresiona a primera vista; hemos de acoger el mensaje de Jesús y depositar
toda nuestra confianza en lo que él anuncia como decisión a nuestro favor.
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