mirada por la luz de la promesa,
jardín donde la sangre vuela y pesa;
inmaculada tú, Virgen María!
¿Qué arroyo te ha enseñado la armonía
de tu paso sencillo, qué sorpresa
de vuelo arrepentido y nieve ilesa,
junta tus manos en el alba fría?
¿Qué viento turba el monte y le conmueve?
Canta su gozo el alba desposada,
calma su angustia el mar, antiguo y bueno.
La Virgen a mirarle no se atreve,
y el vuelo de su voz arrodillada
canta al Señor, que llora sobre el heno.