y se ha muerto tanta gente a la que yo he ofendido
y ya no puedo encontrarla para pedirla perdón!
Ya no puedo hacer otra cosa
que arrodillarme ante el primer mendigo
y besarle la mano.
Ya no he sido bueno…
quisiera haber sido mejor.
Estoy hecho de un barro
Que no está bien cocido todavía.
¡Tenía que pedir perdón a tanta gente!
Pero todos se han muerto.
¿A quién le pido perdón ya?...
¿A ese mendigo?
¿No hay nadie más en España,
en el mundo,
a quien yo deba pedirle perdón?...
Voy perdiendo la memoria
y olvidando todas las palabras…
Ya no recuerdo bien…
Voy olvidando, olvidando, olvidando.
Las palabras se me van
como palomas de un palomar desahuciado y viejo
y sólo quiero que la última paloma,
la última palabra pegadiza y terca,
que recuerde al morir sea ésta: Perdón.