Te devuelvo mi voz. Tú me la diste.
Hablé de ti y de mí. Voy a callarme
para siempre. Es mi noche. Fui un adarme
de fuego. Fui una lumbre que encendiste.
Y voy a ser silencio. Me escogiste
para hablar y callar. Y, sin negarme,
callo para ser tierra y escucharme
la voz que tuve y donde tú viviste.
Decir adiós—que es ir a Dios—¿es triste?
Nada de mi existir va a abandonarme.
Nada abandono yo. (Cuando te fuiste
nos quedó lo más tuyo) Sé mirarme
en el ser—ya apagado—que me diste
ardiendo y del que quiero no olvidarme.