Para comenzar bien este examen: 1. Ponte en la presencia de Dios. 2. Invoca el Espíritu Santo, pidiéndole luz y claridad, para que puedas conocerle bien, como San Agustín, que exclama delante de Dios: «¡Oh Señor, conózcame a mí, conózcate a Ti!»; y San Francisco, que preguntaba a Dios, diciendo: «¿Quién eres Tú y quién soy yo?» Declara que no quieres conocer tus progresos sino para alegrarte en Dios; no para glorificarte, sino para glorificar a Dios y darle las gracias. 3. Asegura que, si, como crees, descubres que has aprovechado poco, o bien que has retrocedido, de ninguna manera querrás abatirte por ello ni enfriarte por ninguna clase de desaliento o relajación de ánimo, sino que, al contrario, querrás alentarte y animarte más, humillarte y poner remedio a tus defectos, con el auxilio de la gracia de Dios.
Hecho esto, considerarás despacio y tranquilamente cómo, hasta la hora presente, te has portado con Dios, con el prójimo y contigo misma.
Con relación a Dios
1. ¿ Cómo está tu corazón con respecto al pecado mortal? ¿ Has hecho una resolución firme de no cometerlo jamás, por cualquier cosa que te pueda ocurrir? ¿Has mantenido esta resolución desde que la hiciste hasta ahora? En esta resolución consiste el fundamento de la vida espiritual.
2. ¿ Cómo está tu corazón con respecto a los mandamientos de la Ley de Dios? ¿Te parecen buenos, dulces y agradables? ¡Ah, hija mía! el que tiene el gusto en buen estado y sano el estómago, quiere los buenos manjares y rechaza los malos.
3. ¿ Cómo está tu corazón en lo que atañe a los pecados veniales? Es imposible vivir sin cometer alguno, en una u otra ocasión; mas, ¿tienes inclinación a alguno en particular? Y, lo que todavía sería peor: ¿hay alguno al cual tengas afecto y amor?
4. ¿Cómo está tu corazón si consideramos los ejercicios piadosos? ¿Los tienes en la debida estima? ¿Los aprecias? ¿Te causan fastidio? ¿Encuentras gusto en ellos? ¿Hacia cuáles te sientes más o menos inclinada? Escuchar la palabra de Dios, leerla, hablar de ella, meditar, aspirar a Dios, confesarte, recibir consejos espirituales, prepararte para la comunión, comunicarte, reducir los afectos: ¿qué hay en todo esto que repugne a tu corazón? Y, si descubres en ti alguna cosa a la cual tu corazón esté menos inclinado, examina de dónde procede esta apatía, y cuál es la causa de la misma.
5. ¿ Cómo está tu corazón para con el mismo Dios? ¿Se complace tu corazón en acordarse de Dios? ¿No siente una suavidad agradable? «¡Ah! -dice David-, me he acordado de Dios y me he deleitado». ¿Sientes en tu corazón cierta facilidad en amarle y un gusto especial en saborear este amor? ¿Goza tu corazón al pensar en la inmensidad de Dios, en su bondad, en su suavidad? S i el recuerdo de Dios viene a tu mente en medio de las ocupaciones del mundo y de las vanidades, ¿te detienes en él y te conmueve? ¿Te parece que tu corazón se inclina hacia él y, en cierta manera, se adelanta? Ciertamente, hay almas que son así. Si el marido de una mujer vuelve de lejanas tierras, enseguida que la esposa se da cuenta de su regreso y oye su voz, aunque esté muy atareada y dominada por alguna violenta consideración en medio de sus ocupaciones, su corazón, empero, no queda sujeto, sino que deja los demás pensamientos para pensar en su recién llegado esposo. Lo mismo les ocurre a las almas que aman a Dios; aunque anden muy atareadas, cuando les asalta el recuerdo de Dios, casi apartan la atención de todo lo restante, a causa del gozo que sienten de que vuelva este amable recuerdo, lo cual es muy buena señal.
6. ¿Cómo está tu corazón con respecto a Jesucristo, Dios y Hombre? ¿Estás contenta cerca de Él? Las abejas se complacen alrededor de la miel, y las avispas en la podredumbre; de la misma manera las almas buenas se gozan en Jesucristo y sienten por Él una gran ternura de corazón; pero las malas se gozan en las vanidades. 7. ¿ Cómo está tu corazón con respecto a la Santísima Virgen, los santos y el ángel de tu guarda? ¿Tienes una especial confianza en su protección? ¿Te gustan sus imágenes, su vidas, sus alabanzas?
8. En cuanto a tu lengua, ¿cómo hablas de Dios? ¿Te gusta hablar de Él según tu condición y conocimientos? ¿Te gusta cantar los salmos?
9. En cuanto a las obras examina si tienes interés por la gloria externa de Dios y por hacer alguna cosa en honor suyo; porque los que aman a Dios, aman, con Él, el esplendor de su casa.
¿Tienes conciencia de haber arrancado algún afecto y renunciado a alguna cosa por Dios? Ten en cuenta que es muy buena señal de amar, privarse de algo en obsequio de la persona amada. ¿Qué has dejado hasta ahora por amor de Dios?
Con relación a nosotros mismos
1. ¿,Cómo te amas a ti misma? ¿Te amas demasiado para este mundo? Si es así, desearás estar siempre en él y andarás preocupada para establecerte en esta tierra; pero, si te amas para el cielo, desearás, o, a lo menos, fácilmente te resignarás a salir de acá abajo, a la hora que plazca a Nuestro Señor.
2. ¿ Tienes bien ordenado el amor a ti misma? Porque nada hay que nos arruine tanto como el amor desordenado de nosotros mismos. Ahora bien, el amor ordenado quiere que amemos más al alma que al cuerpo, que tengamos más interés en adquirir las virtudes que toda otra cosa, que nos preocupemos más del honor celestial que del honor bajo y caduco. El corazón bien ordenado se dice con frecuencia: «¿Qué dirán los ángeles si pienso tal cosa?», y no «¿qué dirán los hombres?»
3. ¿Qué amor tienes a tu corazón? ¿Te cansas de servirlo en sus enfermedades? ¡Ah! le debes estos cuidados: el de socorrerle, el de hacer que le socorran cuando sus pasiones le atormentan y el de dejarlo todo para esto.
4. ¿Qué crees que eres delante de Dios? Nada, sin duda. Ahora bien, no arguye gran humildad, en una mosca, el no tenerse por nada delante de una montaña, ni, en una gota de agua, el no tenerse por nada en comparación con el mar, ni, en una chispa o pequeña llama, el no tenerse por nada delante del sol; pero la humildad consiste en no tenernos en más que los otros y en no querer ser tenidos en más por ellos: ¿cómo estás respecto a este punto?
5. En cuanto a la lengua, ¿haces alarde de alguna cosa? ¿Te alabas hablando de tí?
6. En cuanto a las obras, ¿te das algún gusto contrario a la salud? Me refiero al placer vano e inútil, como velar sin motivo y otros semejantes.
Con relación al prójimo
El marido y la mujer se han de amar con un amor dulce y tranquilo, firme y perseverante, en primer lugar porque Dios así lo ordena y lo quiere. Lo mismo digo de los hijos y de los próximos parientes, y también de los amigos, de cada uno según su grado.
Mas, hablando en general, ¿cómo está tu corazón con respecto al prójimo? ¿Le amas cordialmente y por amor de Dios? Para conocer bien si es así, has de imaginarte ciertas personas enojosas y antipáticas, pues aquí es donde se ejercita el amor de Dios con el prójimo, y mucho más si se trata de aquellos que nos hacen algún mal, de obra o de palabra. Examina bien si tu corazón es franco con ellos, y si sientes alguna contrariedad en amarles.
¿Eres propensa a hablar mal del prójimo, sobre todo de los que no te quieren? ¿Causas daño al prójimo directa o indirectamente? Por poco razonable que seas, fácilmente te darás cuenta de ello.