¡Oh Vida, que la dais todos!
No me neguéis a mí esta agua dulcísima que prometéis a los que la quieren.
Yo la quiero, Señor, y la pido, y vengo a Vos.
No os escondáis, Señor, de mí, pues sabéis mi necesidad
y que es verdadera medicina del alma llagada por Vos.
¡Oh Señor, qué de maneras de fuegos hay en esta vida!
¡Oh, con cuánta razón se ha de vivir con temor!
¡Unos consumen el alma, otros la purifican para que viva para siempre gozando de Vos!
¡Oh fuentes vivas de las llagas de mi Dios,
cómo manaréis siempre con gran abundancia para nuestro mantenimiento
y qué seguro irá por los peligros de esta miserable vida
el que procurare sustentarse de este divino licor!