Por aquel tiempo, Juan Bautista se presentó en el desierto de Judea predicando:
-Convertíos, porque está cerca el Reino de los Cielos.
Este es el que anunció el Profeta Isaías diciendo:
Una voz grita en el desierto:preparad el camino del Señor,allanad sus senderos.
Juan llevaba un vestido de piel de camello, con una correa de cuero a la cintura, y se alimentaba de saltamontes y miel silvestre.
Y acudía a él toda la gente de Jerusalén, de Judea y del valle del Jordán; confesaban sus pecados y él los bautizaba en el Jordán.
Al ver que muchos fariseos y saduceos venían a que los bautizara, les dijo:
-Raza de víboras, ¿quién os ha enseñado a escapar de la ira inminente?
Dad el fruto que pide la conversión.
Y no os hagáis ilusiones pensando: «Abrahán es nuestro padre», pues os digo que Dios es capaz de sacar hijos de Abrahán de estas piedras.
Ya toca el hacha la base de los árboles, y el árbol que no da buen fruto será talado y echado al fuego.
Yo os bautizo con agua para que os convirtáis; pero el que viene detrás de mí puede más que yo, y no merezco ni llevarle las sandalias.
El os bautizará con el Espíritu Santo y fuego.
El tiene el bieldo en la mano: aventará su parva, reunirá su trigo en el granero y quemará la paja en una hoguera que no se apaga.
REFLEXIÓN (del rezo del Ángelus por el Papa Benedicto XVI del II Domingo de Adviento, 4 de diciembre de 2011):
Este domingo marca la segunda etapa del Tiempo de Adviento. Este período del año litúrgico pone de relieve las dos figuras que desempeñaron un papel destacado en la preparación de la venida histórica del Señor Jesús: la Virgen María y san Juan Bautista. Precisamente en este último se concentra el texto de hoy del Evangelio de san Marcos. Describe la personalidad y la misión del Precursor de Cristo. Comenzando por el aspecto exterior, se presenta a Juan como una figura muy ascética: vestido de piel de camello, se alimenta de saltamontes y miel silvestre, que encuentra en el desierto de Judea. Jesús mismo, una vez, lo contrapone a aquellos que «habitan en los palacios del rey» y que «visten con lujo» (Mt 11, 8).
El estilo de Juan Bautista debería impulsar a todos los cristianos a optar por la sobriedad como estilo de vida, especialmente en preparación para la fiesta de Navidad, en la que el Señor —como diría san Pablo— «siendo rico, se hizo pobre por vosotros, para enriqueceros con su pobreza» (2 Co 8, 9).
Por lo que se refiere a la misión de Juan, fue un llamamiento extraordinario a la conversión: su bautismo «está vinculado a un llamamiento ardiente a una nueva forma de pensar y actuar, está vinculado sobre todo al anuncio del juicio de Dios» y de la inminente venida del Mesías, definido como «el que es más fuerte que yo» y «bautizará con Espíritu Santo» (Mc 1, 7.8).
La llamada de Juan va, por tanto, más allá y más en profundidad respecto a la sobriedad del estilo de vida: invita a un cambio interior, a partir del reconocimiento y de la confesión del propio pecado. Mientras nos preparamos a la Navidad, es importante que entremos en nosotros mismos y hagamos un examen sincero de nuestra vida. Dejémonos iluminar por un rayo de la luz que proviene de Belén, la luz de Aquel que es «el más Grande» y se hizo pequeño, «el más Fuerte» y se hizo débil.
Los cuatro evangelistas describen la predicación de Juan Bautista refiriéndose a un pasaje del profeta Isaías: «Una voz grita: “En el desierto preparadle un camino al Señor; allanad en la estepa una calzada para nuestro Dios"» (Is 40, 3).
San Marcos inserta también una cita de otro profeta, Malaquías, que dice: «Yo envío a mi mensajero delante de ti, el cual preparará tu camino» (Mc 1, 2; cf. Mal 3, 1). Estas referencias a las Escrituras del Antiguo Testamento «hablan de la intervención salvadora de Dios, que sale de lo inescrutable para juzgar y salvar; a él hay que abrirle la puerta, prepararle el camino»
A la materna intercesión de María, Virgen de la espera, confiamos nuestro camino al encuentro del Señor que viene, mientras proseguimos nuestro itinerario de Adviento para preparar en nuestro corazón y en nuestra vida la venida del Emmanuel, el Dios-con-nosotros.
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El estilo de Juan Bautista debería impulsar a todos los cristianos a optar por la sobriedad como estilo de vida, especialmente en preparación para la fiesta de Navidad, en la que el Señor —como diría san Pablo— «siendo rico, se hizo pobre por vosotros, para enriqueceros con su pobreza» (2 Co 8, 9).
Por lo que se refiere a la misión de Juan, fue un llamamiento extraordinario a la conversión: su bautismo «está vinculado a un llamamiento ardiente a una nueva forma de pensar y actuar, está vinculado sobre todo al anuncio del juicio de Dios» y de la inminente venida del Mesías, definido como «el que es más fuerte que yo» y «bautizará con Espíritu Santo» (Mc 1, 7.8).
La llamada de Juan va, por tanto, más allá y más en profundidad respecto a la sobriedad del estilo de vida: invita a un cambio interior, a partir del reconocimiento y de la confesión del propio pecado. Mientras nos preparamos a la Navidad, es importante que entremos en nosotros mismos y hagamos un examen sincero de nuestra vida. Dejémonos iluminar por un rayo de la luz que proviene de Belén, la luz de Aquel que es «el más Grande» y se hizo pequeño, «el más Fuerte» y se hizo débil.
Los cuatro evangelistas describen la predicación de Juan Bautista refiriéndose a un pasaje del profeta Isaías: «Una voz grita: “En el desierto preparadle un camino al Señor; allanad en la estepa una calzada para nuestro Dios"» (Is 40, 3).
San Marcos inserta también una cita de otro profeta, Malaquías, que dice: «Yo envío a mi mensajero delante de ti, el cual preparará tu camino» (Mc 1, 2; cf. Mal 3, 1). Estas referencias a las Escrituras del Antiguo Testamento «hablan de la intervención salvadora de Dios, que sale de lo inescrutable para juzgar y salvar; a él hay que abrirle la puerta, prepararle el camino»
A la materna intercesión de María, Virgen de la espera, confiamos nuestro camino al encuentro del Señor que viene, mientras proseguimos nuestro itinerario de Adviento para preparar en nuestro corazón y en nuestra vida la venida del Emmanuel, el Dios-con-nosotros.
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