Aunque el Señor haya dado a conocer las señales de su venida,
no se advierte con claridad el término de las mismas, pues, sometidas a un cambio constante,
estas señales han aparecido y han pasado ya; más aún, continúan todavía.
La última venida del Señor, en efecto, será semejante a la primera.
Pues, del mismo modo que los justos y los profetas lo deseaban,
porque creían que aparecería en su tiempo,
así también cada uno de los fieles de hoy desea recibirlo en su propio tiempo,
por cuanto que Cristo no ha revelado el día de su aparición.
Y no lo ha revelado para que nadie piense que él, dominador de la duración y del tiempo,
está sometido a alguna necesidad o a alguna hora.
Lo que el mismo Señor ha establecido,
¿cómo podría ocultársele, siendo así que él mismo ha detallado las señales de su venida?
Ha puesto de relieve esas señales para que, desde entonces,
todos los pueblos y todas las épocas pensaran que el advenimiento de Cristo
se realizaría en su propio tiempo.