Miserable serás dondequiera que fueres y dondequiera que te volvieres, si no te conviertes a Dios. ¿Por qué te afliges de que no te suceda lo que quieres y deseas?
¿Quién es que tiene todas las cosas a medida de su voluntad? Ni yo, ni tú, ni hombre alguno sobre la tierra. Ninguno hay en el mundo sin tribulación o angustia, aunque sea rey o Papa. ¿Pues, quién es el que está mejor? Ciertamente el que puede padecer algo por Dios.
Dicen muchos flacos y enfermos: ¡Mirad cuán buena vida tiene aquel hombre! ¡Cuán rico! ¡Cuán grande! ¡Cuán poderoso y ensalzado!
Pero atiende a los bienes del cielo, y verás que todas estas cosas temporales nada son sino muy inciertas y gravosas; porque nunca se poseen sin cuidado y temor.
No está la felicidad del hombre en tener la abundancia de lo temporal; bástale una medianía.
Por cierto que miseria es vivir en la tierra.
Cuando el hombre quisiere ser más espiritual, tanto más amarga se le hará la vida; porque conoce mejor y ve más claro los defectos de la corrupción humana.
Porque comer, beber, velar, dormir, reposar, trabajar y estar sujeto a las demás necesidades naturales, en verdad es grande miseria y pesadumbre al hombre devoto, el cual desea ser desatado de este cuerpo y libre de toda culpa.
Pues el hombre interior está muy gravado con todas las necesidades corporales en este mundo.
Por eso, el profeta ruega devotamente que le libre de ellas diciendo: Líbrame, Señor, de mis necesidades.
Mas, ¡ay de los que aman esta miserable y corruptible vida!
Porque hay algunos tan abrazados con ella, que aunque con mucha dificultad, trabajando o mendigando tengan lo necesario, si pudiesen vivir aquí siempre, no cuidarían del Reino de Dios.
¡Oh, locos y duros de corazón, los que tan profundamente se envuelven en la tierra, que nada gustan sino de las cosas carnales!
Mas en el fin sentirán gravemente cuán vil y nada lo que amaron.
Los santos de Dios y todos los devotos amigos de Cristo no tenían en cuenta de lo que agradaba a la carne, ni de lo que florecía en la vida temporal sino que, toda su esperanza e intención suspiraba por los bienes eternos.
Todo su deseo se levantaba a lo duradero e invisible; porque no fuesen abatidos a las cosas bajas con el amor de lo visible.
No pierdas hermano, la confianza de aprovechar en las cosas espirituales: aún tienes tiempo y ocasión.
¿Por qué quieres dilatar tu propósito? Levántate, y comienza en este momento, y di: Ahora es tiempo de obrar, ahora es tiempo de pelear, ahora es tiempo conveniente para enmendarme.
Cuando no estás bueno y tienes alguna tribulación, entonces es tiempo de merecer.
Conviene que pases por fuego y por agua antes que llegues al descanso.
Si no te hicieres fuerza, no vencerás el vicio. Mientras estamos en este frágil cuerpo, no podemos estar sin pecado, ni vivir sin fatiga y dolor.
De buena gana tendríamos descanso de toda miseria; pero como por el pecado perdimos la inocencia hemos perdido también la verdadera felicidad. Por eso nos importa tener paciencia y esperar la misericordia de Dios hasta que se acabe la malicia, y la muerte destruya esta vida.
¡Oh, cuánta es la flaqueza humana, que siempre está inclinada a los vicios!
Hoy confiesas tus pecados, y mañana vuelves a cometer lo confesado.
Ahora propones de guardarte, y de aquí a una hora obras como si nada hubieras propuesto.
Con mucha razón, pues, podemos humillarnos, y no sentir de nosotros cosa grande, pues somos tan flacos y tan mudables.
Presto se pierde por descuido lo que con mucho trabajo dificultosamente se ganó por gracia.
¿Qué será de nosotros al fin, pues ya tan temprano estamos tibios?
¡Ay de nosotros si así queremos ir al descanso, como si ya tuviésemos paz y seguridad, cuando aún no parece señal de verdadera santidad en nuestra conversión!
Bien sería necesario que aún fuésemos instruidos otra vez como dóciles novicios en las buenas costumbres, si por ventura hubiese esperanza de alguna futura enmienda, y de mayor aprovechamiento espiritual.