Marcos 4,26-34: El Reino de Dios


En aquel tiempo decía Jesús a la gente:

-El Reino de Dios se parece a un hombre que echa simiente en la tierra. El duerme de noche, y se levanta de mañana; la semilla germina y va creciendo, sin que él sepa cómo. La tierra va produciendo la cosecha ella sola: primero los tallos, luego la espiga, después el grano. Cuando el grano está a punto, se mete la hoz, porque ha llegado la siega.

Dijo también:

-¿Con qué podemos comparar el Reino de Dios? ¿Qué parábola usaremos? Con un grano de mostaza: al sembrarlo en la tierra es la semilla más pequeña, pero después, brota, se hace más alta que las demás hortalizas y echa ramas tan grandes que los pájaros pueden cobijarse y anidar en ellas.

Con muchas parábolas parecidas les exponía la Palabra, acomodándose a su entender. Todo se lo exponía con parábolas, pero a sus discípulos se lo explicaba todo en privado.

REFLEXIÓN:

El Reino de Dios es el tema central del anuncio llevado a cabo por Jesús. De éste derivan todos los otros tópicos contenidos en sus predicaciones y discursos.

Jesús hace presente en la tierra ese Reino con su propia persona. Por eso el comienzo de su predicación es un llamado a la conversión, indicando que el plazo se ha cumplido y que está cerca el Reino de Dios.

Sus compatriotas judíos estaban a la espera de ese reinado, pero la interpretación colectiva era diferente a lo que estaban percibiendo en el anuncio del Señor. Aspiraban a la restauración de la soberanía nacional suprimida desde siglos atrás por las potencias reinantes de turno; también anhelaban recuperar la fama del reinado de David y sobre todo volver al esplendor del reinado de su hijo Salomón.

De ahí que este humilde carpintero de Galilea, aunque de bellos ideales y palabras, a muchos no les proporcionaba grandes expectativas para alcanzar sus ambiciosos sueños.

Inclusive en su propio círculo de discípulos, Jesús tuvo que emplearse a fondo para poder transmitir la realidad de que el esperado Mesías que él encarnaba no habría de llegar con una espada militar justiciera en la mano, ni repartiendo posiciones políticas de mando entre sus seguidores.

Constituyendo el núcleo de su mensaje, el tema del Reino de Dios tenía que ser predicado repetidamente y de una manera bien clara para poder ser asimilado.

Para esos fines utiliza las parábolas como herramienta comunicacional. Éstas contienen ejemplos de la vida diaria que son conocidos por las personas que escuchan; son simples en su exposición pero a la vez tienen un profundo contenido. Las parábolas relacionadas con el tema del Reino de Dios son abundantes; la del texto citado es una de ellas.

Contrario a la idea de que el Reino habría de llegar de modo explosivo y espectacular, Jesús nos habla hoy acerca de cómo, sin darnos cuenta, la simiente de la salvación que ya está sembrada en cada uno de nosotros germina y crece.

Son numerosos los testimonios de personas que han estado separadas por completo de Dios y que en un momento clave su vida retoman el sendero mostrado por Jesús para llegar al Padre, no importando el tiempo, ni cuán alejados de este camino se encuentren, ni su anterior vida de pecado.

Aunque no nos demos cuenta y ni siquiera actuemos en consecuencia de lo que ello significa, esa semilla ha sido sembrada en cada uno mediante el Bautismo que nos ha convertido en templo del Espíritu Santo. El Reino está no sólo en medio de nosotros, sino en el interior de cada quien; ha sido plantado por Dios y abonado con la sangre preciosa de su Hijo.

Como en la siembra, existen "disparadores" que a modo de abono especial facilitan que en un momento determinado se manifieste la acción del Espíritu Santo en nosotros y nos ayuden no sólo a germinar, sino a crecer y producir frutos. Los Sacramentos, la Palabra, la caridad, la oración, son algunos de ellos.

Que el Señor nos ilumine y auxilie para que podamos llevar una vida cristiana de modo que nuestro ejemplo pueda ayudar a otros a renacer y participar del Reino de Dios.

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