-Cuando venga en su gloria el Hijo del Hombre y todos los ángeles can él se sentará en el trono de su gloria y serán reunidas ante él todas las naciones.
El separará a unos de otros, como un pastor separa las ovejas de las cabras. Y pondrá las ovejas a su derecha y las cabras a su izquierda. Entonces dirá el rey a los de su derecha:
-Venid vosotros, benditos de mi Padre; heredad el reino preparado para vosotros desde la creación del mundo. Porque tuve hambre y me disteis de comer, tuve sed y me disteis de beber, fui forastero y me hospedasteis, estuve desnudo y me vestisteis, enfermo y me visitasteis, en la cárcel y vinisteis a verme.
Entonces los justos le contestarán:
-Señor, ¿cuándo te vimos con hambre y te alimentamos, o con sed y te dimos de beber?; ¿cuándo te vimos forastero y te hospedamos, o desnudo y te vestimos?; ¿cuándo te vimos enfermo o en la cárcel y fuimos a verte?
Y el rey les dirá:
-Os aseguro que cada vez que lo hicisteis con uno de éstos mis humildes hermanos, conmigo lo hicisteis.
Y entonces dirá a los de su izquierda:
-Apartaos de mí, malditos; id al fuego eterno preparado para el diablo y sus ángeles. Porque tuve hambre y no me disteis de comer, tuve sed y no me disteis de beber, fui forastero y no me hospedasteis, estuve desnudo y no me vestisteis, enfermo y en la cárcel y no me visitasteis.
Entonces también éstos contestarán:
-Señor, ¿cuándo te vimos con hambre o con sed, o forastero o desnudo, o enfermo o en la cárcel y no te asistimos?
Y él replicará:
-Os aseguró que cada vez que no lo hicisteis con uno de éstos. los humildes, tampoco lo hicisteis conmigo.
Y éstos irán al castigo eterno y los justos a la vida eterna.
REFLEXIÓN (De la homilía del Papa Juan Pablo II el 22 de noviembre de 1981):
"Venid vosotros, benditos de mi Padre; heredad el reino preparado para vosotros desde la creación del mundo" (Mt 25, 43), Hemos escuchado estas palabras, en el Evangelio de la solemnidad de hoy. El Hijo del hombre pronunciará estas palabras cuando, como rey, se encuentre ante todos los pueblos de la tierra, al fin del mundo. Entonces, cuando "El separará a unos de otros, como un pastor separa las ovejas de las cabras" (Mt 25,32), a todos los que se hallen a su derecha, les dirá las palabras: heredad el reino".
Este reino es el don definitivo del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Es el don madurado "desde la creación del mundo" (Mt 25,34), en el curso de toda la historia de la salvación. Es don del amor misericordioso.
Por esto, hoy, fiesta de Cristo Rey del universo y último domingo del año litúrgico, he deseado venir al santuario del Amor Misericordioso. La liturgia de este domingo nos hace conscientes, de modo particular, que en el reino revelado por Cristo crucificado y resucitado se debe cumplir definitivamente la historia del hombre y del mundo: "Cristo ha resucitado, primicia de todos los que han muerto" (1 Cor 15, 20).
¡Cuánto desea El decir un día a todos: "Venid, benditos de mi Padre, heredad el reino" (Mt 25, 34)!
¡Cómo desea encontrar, al culminar la historia del mundo, a aquellos a los que podrá decir: "...tuve hambre y me disteis de comer, tuve sed y me disteis de beber, fui forastero y me hospedasteis, estuve desnudo y me vestisteis, enfermo y me visitasteis, en la cárcel y vinisteis a verme" (Mt 25, 35-36)!
¡Cómo desea reconocer a sus ovejas por las obras de caridad, incluso por una sola de ellas,incluso por el vaso de agua dado en su nombre!
¡Cómo desea reunir a sus ovejas en un solo redil definitivo, para colocarlas "a su derecha" y decir: "heredad... el reino preparado para vosotros desde la creación del mundo"!
Y, sin embargo, en la misma parábola, Cristo habla de las cabras que se hallarán "a la izquierda". Son los que han rechazado el reino. Han rechazado no sólo a Dios, considerando y proclamando que su reino aniquila el indiviso reino del hombre en el mundo, sino que han rechazado también al hombre: no le han hospedado, no le han visitado, no le han dado de comer ni de beber.
Efectivamente, el reino de Cristo se confirma, en las palabras del último juicio, como reino del amor hacia el hombre. La última base de la condenación será precisamente esa motivación: "cada vez que no lo hicisteis con uno de éstos, los humildes, tampoco lo hicisteis conmigo" (Mt 25, 45).
Este es, pues, el reino del amor al hombre, del amor en la verdad; y, por esto, es el reino del amor misericordioso. Este reino es el don "preparado desde la creación del mundo", don del amor. Y también fruto del amor, que en el curso de la historia del hombre y del mundo se abre constantemente camino a través de las barreras de la indiferencia, del egoísmo, de la despreocupación y del odio; a través de las barreras de la concupiscencia de la carne, de los ojos y de la soberbia de la vida; a través del fomes del pecado que cada uno lleva en sí, a través de la historia de los pecados humanos y de los crímenes, como por ejemplo los que gravitan sobre nuestro siglo y nuestra generación... ¡a través de todo esto!
¡Amor misericordioso,
te pedimos que no nos faltes!
¡Amor misericordioso,
sé infatigable!
¡Sé constantemente
más grande que todo el mal
que hay en el hombre y en el mundo!
¡Sé más grande que ese mal,
que ha crecido en nuestro siglo
y en nuestra generación!
¡Sé más potente
con la fuerza del Rey crucificado!
"Bendito su reino que viene".
Clic aquí para ir a la Lectio Divina para este Evangelio
Clic aquí para ver homilías de otros Evangelios
"Venid vosotros, benditos de mi Padre; heredad el reino preparado para vosotros desde la creación del mundo" (Mt 25, 43), Hemos escuchado estas palabras, en el Evangelio de la solemnidad de hoy. El Hijo del hombre pronunciará estas palabras cuando, como rey, se encuentre ante todos los pueblos de la tierra, al fin del mundo. Entonces, cuando "El separará a unos de otros, como un pastor separa las ovejas de las cabras" (Mt 25,32), a todos los que se hallen a su derecha, les dirá las palabras: heredad el reino".
Este reino es el don definitivo del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Es el don madurado "desde la creación del mundo" (Mt 25,34), en el curso de toda la historia de la salvación. Es don del amor misericordioso.
Por esto, hoy, fiesta de Cristo Rey del universo y último domingo del año litúrgico, he deseado venir al santuario del Amor Misericordioso. La liturgia de este domingo nos hace conscientes, de modo particular, que en el reino revelado por Cristo crucificado y resucitado se debe cumplir definitivamente la historia del hombre y del mundo: "Cristo ha resucitado, primicia de todos los que han muerto" (1 Cor 15, 20).
¡Cuánto desea El decir un día a todos: "Venid, benditos de mi Padre, heredad el reino" (Mt 25, 34)!
¡Cómo desea encontrar, al culminar la historia del mundo, a aquellos a los que podrá decir: "...tuve hambre y me disteis de comer, tuve sed y me disteis de beber, fui forastero y me hospedasteis, estuve desnudo y me vestisteis, enfermo y me visitasteis, en la cárcel y vinisteis a verme" (Mt 25, 35-36)!
¡Cómo desea reconocer a sus ovejas por las obras de caridad, incluso por una sola de ellas,incluso por el vaso de agua dado en su nombre!
¡Cómo desea reunir a sus ovejas en un solo redil definitivo, para colocarlas "a su derecha" y decir: "heredad... el reino preparado para vosotros desde la creación del mundo"!
Y, sin embargo, en la misma parábola, Cristo habla de las cabras que se hallarán "a la izquierda". Son los que han rechazado el reino. Han rechazado no sólo a Dios, considerando y proclamando que su reino aniquila el indiviso reino del hombre en el mundo, sino que han rechazado también al hombre: no le han hospedado, no le han visitado, no le han dado de comer ni de beber.
Efectivamente, el reino de Cristo se confirma, en las palabras del último juicio, como reino del amor hacia el hombre. La última base de la condenación será precisamente esa motivación: "cada vez que no lo hicisteis con uno de éstos, los humildes, tampoco lo hicisteis conmigo" (Mt 25, 45).
Este es, pues, el reino del amor al hombre, del amor en la verdad; y, por esto, es el reino del amor misericordioso. Este reino es el don "preparado desde la creación del mundo", don del amor. Y también fruto del amor, que en el curso de la historia del hombre y del mundo se abre constantemente camino a través de las barreras de la indiferencia, del egoísmo, de la despreocupación y del odio; a través de las barreras de la concupiscencia de la carne, de los ojos y de la soberbia de la vida; a través del fomes del pecado que cada uno lleva en sí, a través de la historia de los pecados humanos y de los crímenes, como por ejemplo los que gravitan sobre nuestro siglo y nuestra generación... ¡a través de todo esto!
¡Amor misericordioso,
te pedimos que no nos faltes!
¡Amor misericordioso,
sé infatigable!
¡Sé constantemente
más grande que todo el mal
que hay en el hombre y en el mundo!
¡Sé más grande que ese mal,
que ha crecido en nuestro siglo
y en nuestra generación!
¡Sé más potente
con la fuerza del Rey crucificado!
"Bendito su reino que viene".
Clic aquí para ir a la Lectio Divina para este Evangelio
Clic aquí para ver homilías de otros Evangelios