En aquel tiempo, al ver Juan a Jesús que venía hacia él, exclamó:
-Este es el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo. Este es aquél de quien yo dije: «Tras de mí viene un hombre que está por delante de mí, porque existía antes que yo.» Yo no lo conocía, pero he salido a bautizar con agua, para que sea manifestado a Israel.
Y Juan dio testimonio diciendo:
-He contemplado al Espíritu que bajaba del cielo como una paloma y se posó sobre él. Yo no lo conocía, pero el que me envió a bautizar con agua me dijo: "Aquel sobre quien veas bajar el Espíritu y posarse sobre él, ése es el que ha de bautizar con Espíritu Santo". Y yo lo he visto, y he dado testimonio de que éste es el Hijo de Dios.
REFLEXIÓN:
Con este texto iniciamos los Domingos del Tiempo Ordinario de este año litúrgico correspondiente al ciclo A. El final del tiempo litúrgico de Navidad lo tuvimos el pasado Domingo con la fiesta del Bautismo del Señor.
Una vez bautizado, Jesús comienza su vida pública; pero no es un desconocido del todo, al menos en lo referente a su misión: el Bautista ya lo había anunciado insistentemente en su predicación.
De hecho toda la proclamación del mensaje de Juan era basada en la inminente llegada del Mesías, de quien el propio Bautista se había considerado extremadamente menor en cuanto a estatura divina. Ahora más que una prédica, es un testimonio ante un grupo menor, probablemente compuesto por el círculo de sus discípulos directos.
Juan reconoce que su función personal, como precursor, debe ir dando paso a la proclamación de la Buena Noticia que es Jesús en persona, e informa lo que contempló en la manifestación trinitaria durante la escena del Bautismo del Señor; por tanto lo declara como el Hijo de Dios.
Algunos de esos discípulos del Bautista pasarían luego a formar parte del conglomerado de seguidores de Jesús. La presentación inicial del futuro Maestro estaba clara, indicaba su propósito e incluso el método. Juan lo manifestó cuando dijo: "Este es el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo".
Cordero de Dios significa que Jesús es el verdadero cordero, el Hijo de Dios, que habría de vivir, en carne y en sangre propias, el sacrificio de la Pascua real por medio de la cual obtenemos la salvación; no aquella primera celebrada por el pueblo de Israel en tiempos de la esclavitud en Egipto, y que había sido solo una prefiguración de ésta, a la que el desarrollo de su misión habría de conducir a Jesús, llevándolo como cordero al matadero.
Alcanzado su objetivo, como Cordero, su carne y su sangre habrían de convertirse en comida y bebida de salvación por disposición expresa del propio Señor en la última cena, donde instituyó la Eucaristía como Sacramento a ser actualizado por nosotros en su nombre, por todos los tiempos, hasta que él vuelva.
Todo con un único propósito: quitar los pecados del mundo. Esto significa liberar no solo de la esclavitud de un pueblo a otro, sino de una absolutamente mayor: la esclavitud a que nos somete el pecado. A la vez que liberar no solo al pueblo de Israel, sino a toda la humanidad, de todos los tiempos, incluidos tu y yo.
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Alcanzado su objetivo, como Cordero, su carne y su sangre habrían de convertirse en comida y bebida de salvación por disposición expresa del propio Señor en la última cena, donde instituyó la Eucaristía como Sacramento a ser actualizado por nosotros en su nombre, por todos los tiempos, hasta que él vuelva.
Todo con un único propósito: quitar los pecados del mundo. Esto significa liberar no solo de la esclavitud de un pueblo a otro, sino de una absolutamente mayor: la esclavitud a que nos somete el pecado. A la vez que liberar no solo al pueblo de Israel, sino a toda la humanidad, de todos los tiempos, incluidos tu y yo.
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