Vísperas del Viernes de la Semana IV del Salterio, en el Tiempo Ordinario


V. Dios mío, ven en mi auxilio.
R. Señor, date prisa en socorrerme.

Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo;
como era en el principio, ahora y siempre
por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.

Himno:

Te damos gracias, Señor;
porque has depuesto la ira
y has detenido ante el pueblo
la mano que lo castiga.

Tú eres el Dios que nos salva,
la luz que nos ilumina,
la mano que nos sostiene,
y el techo que nos cobija.

Y sacaremos con gozo
del manantial de la Vida
las aguas que dan al hombre
la fuerza que resucita.

Entonces proclamaremos:
«¡Cantadle con alegría!
¡El nombre de Dios es grande;
su caridad, infinita!

¡Que alabé al Señor la tierra!
Cantadle sus maravillas.
¡Qué grande, en medio del pueblo,
el Dios que nos justifica!» Amén.

Salmodia:

Antífona 1: Día tras día, te bendeciré, Señor, y narraré tus maravillas.

Salmo 144. Himno a la grandeza de Dios

I

Te ensalzaré, Dios mío, mi rey;
bendeciré tu nombre por siempre jamás.

Día tras día, te bendeciré
y alabaré tu nombre por siempre jamás.

Grande es el Señor, merece toda alabanza,
es incalculable su grandeza;
una generación pondera tus obras a la otra,
y le cuenta tus hazañas.

Alaban ellos la gloria de tu majestad,
y yo repito tus maravillas;
encarecen ellos tus temibles proezas,
y yo narro tus grandes acciones;
difunden la memoria de tu inmensa bondad,
y aclaman tus victorias.

El Señor es clemente y misericordioso,
lento a la cólera y rico en piedad;
el Señor es bueno con todos,
es cariñoso con todas sus criaturas.

Que todas tus criaturas te den gracias, Señor,
que te bendigan tus fieles;
que proclamen la gloria de tu reinado,
que hablen de tus hazañas;

explicando tus hazañas a los hombres,
la gloria y majestad de tu reinado.
Tu reinado es un reinado perpetuo,
tu gobierno va de edad en edad.

Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo;
como era en el principio, ahora y siempre
por los siglos de los siglos. Amén.

Antífona 1: Día tras día, te bendeciré, Señor, y narraré tus maravillas.

Antífona 2: Los ojos de todos te están aguardando, Señor; tú estás cerca de los que te invocan.

II

El Señor es fiel a sus palabras,
bondadoso en todas sus acciones.
El Señor sostiene a los que van a caer,
endereza a los que ya se doblan.

Los ojos de todos te están aguardando,.
tú les das la comida a su tiempo;
abres tú la mano,
y sacias de favores a todo viviente.

El Señor es justo en todos sus caminos,
es bondadoso en todas sus acciones;
cerca está el Señor de los que lo invocan,
de los que lo invocan sinceramente.

Satisface los deseos de sus fieles,
escucha sus gritos, y los salva.
El Señor guarda a los que lo aman,
pero destruye a los malvados.

Pronuncie mi boca la alabanza del Señor,
todo viviente bendiga su santo nombre
por siempre jamás.

Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo;
como era en el principio, ahora y siempre
por los siglos de los siglos. Amén.

Antífona 2: Los ojos de todos te están aguardando, Señor; tú estás cerca de los que te invocan.

Antífona 3: Justos y verdaderos son tus caminos, ¡oh Rey de los siglos!

Cántico de Apocalipsis 15, 3-4. Himno de adoración

Grandes y maravillosas son tus obras,
Señor, Dios omnipotente,
justos y verdaderos tus caminos,
¡oh Rey de los siglos!

¿Quién no temerá, Señor,
y glorificará tu nombre?
porque tú solo eres santo,
porque vendrán todas las naciones
y se postrarán en tu acatamiento,
porque tus juicios se hicieron manifiestos.

Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo;
como era en el principio, ahora y siempre
por los siglos de los siglos. Amén.

Antífona 3: Justos y verdaderos son tus caminos, ¡oh Rey de los siglos!

Lectura breve: Carta a los Romanos 8, 1-2

Ahora no pesa condena alguna sobre los que están unidos a Cristo Jesús, pues, por la unión con Cristo Jesús, la ley del espíritu de vida me ha librado de la ley del pecado y de la muerte.

Responsorio breve:

V. Cristo murió por los pecados, Para conducirnos a Dios
R. Cristo murió por los pecados, Para conducirnos a Dios
V. Como era hombre lo mataron; pero, como poseía el Espíritu, fue devuelto a la vida.
R. Para conducirnos a Dios.
V. Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo.
R. Cristo murió por los pecados, Para conducirnos a Dios

Cántico Evangélico

Antífona: Acuérdate de tu misericordia, Señor, como lo habías prometido a nuestros padres.

Magníficat:

Proclama mi alma la grandeza del Señor,
se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador;
porque ha mirado la humillación de su esclava.

Desde ahora me felicitarán todas las generaciones,
porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí:
su nombre es santo,
y su misericordia llega a sus fieles
de generación en generación.

Él hace proezas con su brazo:
dispersa a los soberbios de corazón,
derriba del trono a los poderosos
y enaltece a los humildes,
a los hambrientos los colma de bienes
y a los ricos los despide vacíos.

Auxilia a Israel, su siervo,
acordándose de la misericordia,
como lo había prometido a nuestros padres,
en favor de Abraham y su descendencia por siempre.

Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo;
como era en el principio, ahora y siempre
por los siglos de los siglos. Amén.

Antífona: Acuérdate de tu misericordia, Señor, como lo habías prometido a nuestros padres.

Preces:

Invoquemos a Cristo, en quien confían los que conocen su nombre, diciendo:
Señor, ten piedad.

Señor Jesucristo, consuelo de los humildes,
–dígnate sostener con tu gracia nuestra fragilidad, siempre inclinada al pecado.

Que los que por nuestra debilidad estamos inclinados al mal
–por tu misericordia obtengamos el perdón.

Señor, a quien ofende el pecado y aplaca la penitencia,
–aparta de nosotros el azote de tu ira, merecido por nuestros pecados.

Tú que perdonaste a la mujer arrepentida y cargaste sobre los hombros la oveja descarriada
–no apartes de nosotros tu misericordia.

Tú que por nosotros aceptaste el suplicio de la cruz,
–abre las puertas del cielo a todos los difuntos que en ti confiaron.

Padre nuestro...

Oración:

Dios omnipotente y eterno, que quisiste que tu Hijo sufriese por la salvación de todos, haz que, inflamados en tu amor, sepamos ofrecernos a ti como hostia viva. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo, y es Dios, por los siglos de los siglos. Amén.