Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo;
como era en el principio, ahora y siempre
por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
Himno:
Jueves de la Tercera Semana de Pascua:
Es la Pascua real, no ya la sombra,
la verdadera Pascua del Señor;
la sangre del, pasado es sólo un signo,
la mera imagen de la gran unción.
En verdad, tú, Jesús, nos protegiste
con tus sangrientas manos paternales;
envolviendo en tus alas nuestras almas,
la verdadera alianza tú sellaste.
Y, en tu triunfo, llevaste a nuestra carne
reconciliada con tu Padre eterno;
y, desde arriba, vienes a llevarnos
a la danza festiva de tu cielo.
Oh gozo universal, Dios se hizo hombre
para unir a los hombres con su Dios;
se rompen las cadenas del infierno,
y en los labios renace la canción.
Cristo, Rey eterno, te pedimos,
que guardes con tus manos a tu Iglesia,
que protejas y ayudes a tu pueblo,
y que venzas con él a las tinieblas. Amén.
Jueves de la Séptima Semana de Pascua:
Ven, Espíritu divino,Salmodia:
manda tu luz desde el cielo.
Padre amoroso del pobre;
don, en tus dones espléndido;
luz que penetra las almas;
fuente del mayor consuelo.
Ven, dulce huésped del alma,
descanso de nuestro esfuerzo,
tregua en el duro trabajo,
brisa en las horas de fuego,
gozo que enjuga las lágrimas
y reconforta en los duelos.
Entra hasta el fondo del alma,
divina luz, y enriquécenos.
Mira el vacío del hombre,
si tú le faltas por dentro;
mira el poder del pecado,
cuando no envías tu aliento.
Riega la tierra en sequía,
sana el corazón enfermo,
lava las manchas, infunde
calor de vida en el hielo,
doma el espíritu indómito,
guía al que tuerce el sendero.
Reparte tus siete dones,
según la fe de tus siervos;
por tu bondad y gracia,
dale al esfuerzo su mérito;
salva al que busca salvarse
y danos tu gozo eterno. Amén.
Antífona 1: El Señor le ha dado el trono de David, su padre. Aleluya.
Salmo 131. Promesas a la casa de David
I
I
Señor, tenle en cuenta a David
todos sus afanes:
cómo juró al Señor
e hizo voto al Fuerte de Jacob:
«No entraré bajo el techo de mi casa,
no subiré al lecho de mi descanso,
no daré sueño a mis ojos,
ni reposo a mis párpados,
hasta que encuentre un lugar para el Señor,
una morada para el fuerte de Jacob.»
Oímos que estaba en Efrata,
lo encontramos en el Soto de Jaar:
entremos en su morada,
postrémonos ante el estrado de sus pies.
Levántate, Señor, ven a tu mansión,
ven con el arca de tu poder:
que tus sacerdotes se vistan de gala,
que tus fieles vitoreen.
Por amor a tu siervo David,
no niegues audiencia a tu Ungido.
todos sus afanes:
cómo juró al Señor
e hizo voto al Fuerte de Jacob:
«No entraré bajo el techo de mi casa,
no subiré al lecho de mi descanso,
no daré sueño a mis ojos,
ni reposo a mis párpados,
hasta que encuentre un lugar para el Señor,
una morada para el fuerte de Jacob.»
Oímos que estaba en Efrata,
lo encontramos en el Soto de Jaar:
entremos en su morada,
postrémonos ante el estrado de sus pies.
Levántate, Señor, ven a tu mansión,
ven con el arca de tu poder:
que tus sacerdotes se vistan de gala,
que tus fieles vitoreen.
Por amor a tu siervo David,
no niegues audiencia a tu Ungido.
Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo;
como era en el principio, ahora y siempre
por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona 1: El Señor le ha dado el trono de David, su padre. Aleluya.
Antífona 2: Jesucristo es el único Soberano, Rey de reyes y Señor de señores. Aleluya.
II
El Señor ha jurado a David
una promesa que no retractará:
«A uno de tu linaje
pondré sobre tu trono.
Si tus hijos guardan mi alianza
y los mandatos que les enseño,
también sus hijos, por siempre,
se sentarán sobre tu trono.»
Porque el Señor ha elegido a Sión,
ha deseado vivir en ella:
«Ésta es mi mansión por siempre,
aquí viviré, porque la deseo.
Bendeciré sus provisiones,
a sus pobres los saciaré de pan,
vestiré a sus sacerdotes de gala,
y sus fieles aclamarán con vítores.
Haré germinar el vigor de David,
enciendo una lámpara para mi Ungido.
A sus enemigos los vestiré de ignominia,
sobre él brillará mi diadema.»
Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo;
como era en el principio, ahora y siempre
por los siglos de los siglos. Amén.
una promesa que no retractará:
«A uno de tu linaje
pondré sobre tu trono.
Si tus hijos guardan mi alianza
y los mandatos que les enseño,
también sus hijos, por siempre,
se sentarán sobre tu trono.»
Porque el Señor ha elegido a Sión,
ha deseado vivir en ella:
«Ésta es mi mansión por siempre,
aquí viviré, porque la deseo.
Bendeciré sus provisiones,
a sus pobres los saciaré de pan,
vestiré a sus sacerdotes de gala,
y sus fieles aclamarán con vítores.
Haré germinar el vigor de David,
enciendo una lámpara para mi Ungido.
A sus enemigos los vestiré de ignominia,
sobre él brillará mi diadema.»
Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo;
como era en el principio, ahora y siempre
por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona 2: Jesucristo es el único Soberano, Rey de reyes y Señor de señores. Aleluya.
Antífona 3: ¿Quién como Tú, Señor, entre los dioses? ¿Quién como Tú, terrible entre los santos? Aleluya.
Cántico de Apocalipsis 11, 17-18; 12, 10b-12a. El juicio de Dios
Gracias te damos, Señor Dios omnipotente,
el que eres y el que eras,
porque has asumido el gran poder
y comenzaste a reinar.
Se encolerizaron las gentes,
llegó tu cólera,
y el tiempo de que sean juzgados los muertos,
y de dar el galardón a tus siervos, los profetas,
y a los santos y a los que temen tu nombre,
y a los pequeños y a los grandes,
y de arruinar a los que arruinaron la tierra.
Ahora se estableció la salud y el poderío,
y el reinado de nuestro Dios,
y la potestad de su Cristo;
porque fue precipitado
el acusador de nuestros hermanos,
el que los acusaba ante nuestro Dios día y noche.
Ellos le vencieron en virtud de la sangre del Cordero
y por la palabra del testimonio que dieron,
y no amaron tanto su vida que temieran la muerte.
Por esto, estad alegres, cielos,
y los que moráis en sus tiendas.
el que eres y el que eras,
porque has asumido el gran poder
y comenzaste a reinar.
Se encolerizaron las gentes,
llegó tu cólera,
y el tiempo de que sean juzgados los muertos,
y de dar el galardón a tus siervos, los profetas,
y a los santos y a los que temen tu nombre,
y a los pequeños y a los grandes,
y de arruinar a los que arruinaron la tierra.
Ahora se estableció la salud y el poderío,
y el reinado de nuestro Dios,
y la potestad de su Cristo;
porque fue precipitado
el acusador de nuestros hermanos,
el que los acusaba ante nuestro Dios día y noche.
Ellos le vencieron en virtud de la sangre del Cordero
y por la palabra del testimonio que dieron,
y no amaron tanto su vida que temieran la muerte.
Por esto, estad alegres, cielos,
y los que moráis en sus tiendas.
Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo;
como era en el principio, ahora y siempre
por los siglos de los siglos. Amén.
como era en el principio, ahora y siempre
por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona 3: ¿Quién como Tú, Señor, entre los dioses? ¿Quién como Tú, terrible entre los santos? Aleluya.
Lectura breve
Jueves de la Tercera Semana de Pascua: 1ª Carta de Pedro 3, 18. 22: Cristo murió por los pecados una vez para siempre: el inocente por los culpables, para conducirnos a Dios. Como era hombre, lo mataron; pero, como poseía el Espíritu, fue devuelto a la vida. Llegó al cielo, se le sometieron ángeles, autoridades y poderes, y está a la derecha de Dios.
Jueves de la Séptima Semana de Pascua: 1ª Carta a los Corintios 6, 19-20: ¿No sabéis que vuestro cuerpo es templo del Espíritu Santo? Él habita en vosotros porque lo habéis recibido de Dios. No os poseéis en propiedad, porque os han comprado pagando un precio por vosotros. Por tanto, ¡glorificad a Dios con vuestro cuerpo!
Responsorio breve:
V. Los discípulos se llenaron de alegría. Aleluya, aleluya.
R. Los discípulos se llenaron de alegría. Aleluya, aleluya.
V. Al ver al Señor.
R. Aleluya, aleluya.
V. Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo.
R. Los discípulos se llenaron de alegría. Aleluya, aleluya.
Cántico Evangélico
Antífona
Jueves de la Tercera Semana de Pascua: Yo soy el pan vivo que ha bajado del cielo: el que coma de este pan vivirá para siempre. Y el pan que yo os daré es mi carne para la vida del mundo. Aleluya.
Jueves de la Séptima Semana de Pascua: Cuando venga él, el Espíritu de la verdad, os guiará hasta la verdad plena y os comunicará lo que está por venir. Aleluya.
Magníficat:
Proclama mi alma la grandeza del Señor,
se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador;
porque ha mirado la humillación de su esclava.
Desde ahora me felicitarán todas las generaciones,
porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí:
su nombre es santo,
y su misericordia llega a sus fieles
de generación en generación.
Él hace proezas con su brazo:
dispersa a los soberbios de corazón,
derriba del trono a los poderosos
y enaltece a los humildes,
a los hambrientos los colma de bienes
y a los ricos los despide vacíos.
Auxilia a Israel, su siervo,
acordándose de la misericordia,
como lo había prometido a nuestros padres,
en favor de Abraham y su descendencia por siempre.
Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo;
como era en el principio, ahora y siempre
por los siglos de los siglos. Amén.
se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador;
porque ha mirado la humillación de su esclava.
Desde ahora me felicitarán todas las generaciones,
porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí:
su nombre es santo,
y su misericordia llega a sus fieles
de generación en generación.
Él hace proezas con su brazo:
dispersa a los soberbios de corazón,
derriba del trono a los poderosos
y enaltece a los humildes,
a los hambrientos los colma de bienes
y a los ricos los despide vacíos.
Auxilia a Israel, su siervo,
acordándose de la misericordia,
como lo había prometido a nuestros padres,
en favor de Abraham y su descendencia por siempre.
Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo;
como era en el principio, ahora y siempre
por los siglos de los siglos. Amén.
(Se repite la antífona correspondiente)
Preces:
Jueves de la Tercera Semana de Pascua:
Glorifiquemos a Cristo, que resucitó de entre los muertos el primero de todos, y supliquémosle, diciendo:
Tú que has resucitado de entre los muertos escucha, Señor, nuestra oración.
Acuérdate, Señor, de tu Iglesia santa, edificada sobre el cimiento de los apóstoles y extendida hasta los confines del mundo:
-que tus bendiciones abundantes se derramen sobre cuantos creen en ti.
Tú, Señor, que eres el médico de nuestros cuerpos y de nuestras almas,
-visítanos con tu amor y sálvanos.
Tú que experimentaste los dolores de la cruz y ahora estás lleno de gloria,
-levanta y consuela a los enfermos y líbralos de sus sufrimientos.
Tú que anunciaste la resurrección a los que yacían en las tinieblas del abismo,
-libra a los prisioneros y oprimidos, y da pan a los hambrientos.
Tú, Señor, que en la cruz destruiste nuestra muerte y mereciste para todos el don de la inmortalidad,
-concede a nuestros hermanos difuntos la vida nueva de tu reino.
Jueves de la Séptima Semana de Pascua:
Glorifiquemos a Cristo, bendito por los siglos, y, pidiéndole que envíe el Espíritu Santo a los que ha redimido con su muerte y resurrección, digamos:
Salva, Señor, a los que has redimido.
Envía a la Iglesia el Espíritu de la unidad,
-para que desaparezcan todas las disensiones, odios y divisiones.
Tú que libraste a los hombres del dominio de Satanás,
-libra también al mundo de los males que lo afligen.
Tú que, dócil al Espíritu, diste cumplimiento a tu misión,
-haz que los sacerdotes hallen en la oración la fuerza y la luz del Espíritu para ser fieles a su ministerio.
Que tu Espíritu guíe a los gobernantes,
-para que busquen y realicen el bien común.
Tú que vives en la gloria del Padre,Padre nuestro...
-acoge a los difuntos en tu reino.
Oración
Jueves de la Tercera Semana de Pascua: Dios todopoderoso y eterno, que en estos días de Pascua nos has revelado más claramente tu amor y nos has permitido conocerlo con más profundidad, concede a quienes has librado de las tinieblas del error adherirse con firmeza a las enseñanzas de tu verdad. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo, y es Dios, por los siglos de los siglos. Amén.
Jueves de la Séptima Semana de Pascua: Que tu Espíritu, Señor, nos penetre con su fuerza, para que nuestro pensar te sea grato y nuestro obrar concuerde con tu voluntad. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo, y es Dios, por los siglos de los siglos. Amén.