La Sagrada familia: una familia probada. Modelo a seguir por la nuestra


Aunque familia ejemplar, ¡cuántas pruebas tuvo que pasar el santo trío familiar compuesto por José y María como padres, y Jesús como centro y divino brote en retoño!

En ellos se cumplía perfectamente lo establecido en las Sagradas Escrituras sobre la responsabilidad del padre de la familia, la autoridad de ambos padres sobre la prole, y la mandada sumisión obediente de ésta última respecto a los primeros.

En efecto, José, tras su dubitativo momento de confusión inicial al enterarse del estado de gravidez de María, sin su participación, aceptó la encomienda divina acoger a su esposa y aceptar la encomienda divina de ser padre de la criatura que ya estaba en el vientre de ella por obra del Espíritu Santo. Se tomó esa encomienda como un padre ejemplar, siendo a la vez proveedor, protector y educador. Así, cuando hubo que buscar, buscó; como lo hizo con el portal de Belén y el avituallamiento requerido; protector excelente, guiado por Dios; en un ambiente hostil y con tantos contrarios: la huída a Egipto es un ejemplo de ejecución magistral; y educador que supo transmitir conocimientos de supervivencia como la artesanía de la madera que ejecutaba con habilidad; pero también corrigiendo cuando las cosas se salían, a su entender, del cauce esperado, como en el episodio del niño hallado en el Templo.

María, ¿qué decir?; sería poco lo que pudiéramos expresar respecto a sus cualidades de madre ejemplar: callada, siempre a la escucha, consciente del papel que el Ángel le comunicó que se le había asignado, conocedora de la misión divina de su Hijo, y a la espera de que llegara el momento del arranque, en Caná de Galilea, para darle el empujón inicial al Salvador. Su "hágase" constituye el "si" más esperado y celebrado en la historia de la humanidad. No tuvo reparos en aceptar su encargo a pesar de los grande riesgos y sufrimientos que le acarrearían. La gran tarea de educadora en el orden espiritual tuvieron que haber recaído sobre ella, por el mayor tiempo de contacto que tiene siempre el hijo con la madre; su ejemplo de fe y oración debieron ser muy importantes en la educación del niño Jesús, quien, como humano, tenía que ser formado en la fe y cultura judía en que había nacido. José complementó perfectamente a María en esa educación de fe; la presentación en el Templo nos muestra la religiosidad familiar de ellos.

No obstante de su papel sagrado, este familia tuvo que soportar grandes pruebas en todos los órdenes que contradicen la tendencia a suponer que todo era color de rosas en el desempeño funcional de este grupo. Empezando por la duda inicia de José que ponía en peligro la ejecución del proyecto divino y las consecuencias que eso traería sobre la joven doncella que estaba embarazada, y con probable rechazo del novio, en peligro de muerte. Los problemas económicos y de sustento tienen que haber aparecido inmediatamente la incipiente familia tiene que trasladarse a ser censada en la región de Judea; José tuvo que prescindir de la generación de recursos para poder cumplir ese mandato. La persecución de Herodes constituyó un riesgo de muerte para el hijo de la familia, y las dificultades inherentes a tener que irse a procurar sustento en tierras lejanas y extrañas. Así fue el devenir de esa familia, con pruebas tras pruebas; el niño perdido en el templo es tan sólo una más, que aunque indica aceptación, por parte de Jesús, de la corrección que le hacen sus padres, no deja de expresar las habituales dificultades en las comunicaciones generacionales existentes entre los seres humanos, de manera especial entre padres e hijos.

Nosotros en nuestros días nos quejamos, y muchas veces consideramos insalvables, las pruebas que confrontamos. Si el centro de nuestras familias fuera Jesús, y nuestra meta fuera lo ofrecido por Él, podríamos sobrellevar y vencer esas situaciones con menos dificultad. Sea, pues, la Sagrada Familia el ejemplo y la guía de nuestros respectivos hogares. Que así sea.