Tú, único radiante;
haz que se abrillante
tu luz, Señor, en mí;
pues ya mi alma obscura
se paso de opaca;
ponle una casaca
de tu tersa blancura;
y a Ti, a Moisés y Elías,
cuando quites mis brozas,
les construiré sus chozas
aquí en el alma mía.
Amén.