(Mateo 14,30-31: Pero, al ver la violencia del viento, tuvo miedo, y como empezaba a hundirse, gritó: «Señor, sálvame»)
Señor, Tú me dijiste ven,
tras aquel ímpetu inicial,
y fue un penoso vacilar
ese que me llevó a caer.
En mí mismo me sustenté,
tremendo error casi mortal,
puesto que comencé a afondar
al recordar mi pequeñez.
De ti viene también la fe,
dámela para no dudar;
retomaré aquel caminar,
mándame ir a ti nueva vez.