¡qué prueba este suplicio!;
¡parece vitalicio!;
no sé cuánto lo aguanto.
Pregunto que hasta cuándo
soportaré el delirio,
como un humeante cirio
que el aire está anhelando.
Señor, no tardes tanto,
Tú que ofertaste idilio,
de ti clamo el auxilio
que me contenga el llanto.