Abrahán, llamado amigo, fue hallado fiel

(De la Carta de San Clemente I, papa, a los Corintios)

Obedezcamos, por tanto, a su magnífico y glorioso designio, e implorando con súplicas su misericordia y benignidad, recurramos a su benevolencia y convirtámonos, dejadas a un lado las vanas obras, las contiendas y la envidia, que conduce a la muerte.

Tengamos los ojos fijos en aquellos que incondicionalmente se pusieron al servicio de su magnífica gloria. Tomemos como ejemplo a Henoc, quien, hallado justo en la obediencia, fue trasladado sin pasar por la muerte. Noé fue hallado fiel, y se le confió la misión de predicar al mundo la regeneración y, por su medio, salvó el Señor a los animales que, en buena armonía, entraron con él en el arca.

Abrahán, llamado amigo, fue hallado fiel por haber obedecido los mandatos de Dios. Por obediencia, salió de su tierra, de su parentela y de la casa de su padre, para poder entrar en posesión de las promesas de Dios a cambio de una tierra escasa, de una parentela débil y de una casa pequeña.

Le dijo, en efecto, el Señor: Sal de tu tierra, de tu patria y de la casa de tu padre hacia la tierra que te mostraré. Haré de ti un gran pueblo, te bendeciré, haré famoso tu nombre, y será una bendición. Bendeciré a los que te bendigan, maldeciré a los que te maldigan. Con tu nombre se bendecirán todas las familias del mundo. Y cuando se hubo separado de Lot, nuevamente le dijo Dios: Desde tu puesto dirige la mirada hacia el norte, mediodía, levante y poniente. Toda la tierra que abarques te la daré a ti y a tus descendientes para siempre. Haré a tus descendientes como el polvo de la tierra: el que pueda contar el polvo de la tierra podrá contar a tus descendientes. Y de nuevo: El Señor sacó afuera a Abrán y le dijo: «Mira al cielo, cuenta las estrellas si puedes: así será tu descendencia». Por su fe y su hospitalidad le fue concedido un hijo siendo ya viejo, y por obediencia se lo ofreció a Dios en sacrificio en uno de los montes que Dios le había indicado.

Por su hospitalidad y su piedad Lot salió ileso de Sodoma, mientras toda la región en torno era abrasada en el fuego y el azufre, con lo que el Señor puso de manifiesto que no abandona a los que esperan en él, pero castiga severamente a los que se apartan de sus mandatos. En efecto, la mujer de Lot quedó convertida hasta el día de hoy en estatua de sal, como símbolo de esta verdad: que los indecisos y los que dudan de la potencia de Dios se convierten en juicio y escarmiento para todas las generaciones.