(Juan 10,32: Entonces Jesús dijo: «Les hice ver muchas obras buenas que vienen del Padre; ¿Por cuál de ellas me quieren apedrear?»)
No intentemos apedrear a Dios,
pues pronto nos retornan las piedras
y, más que el blanco, somos la presa
de nuestra absurda mala intención.
Es una pretendida agresión
rechazar, de Jesús, la grandeza,
de quien permanece en la presencia
de Dios, su Padre, sumo creador.
Pero nuestra actuación es horror,
motivo de Jesús sentir pena,
cuando sus obras, todas muy buenas,
ignoramos, y no hay conversión.
Que no sea piedra, que sea una flor
para el Señor cuya vida entrega
en la cruz, siendo Él mismo la ofrenda
para así salvarnos con su amor.
Amén.
pues pronto nos retornan las piedras
y, más que el blanco, somos la presa
de nuestra absurda mala intención.
Es una pretendida agresión
rechazar, de Jesús, la grandeza,
de quien permanece en la presencia
de Dios, su Padre, sumo creador.
Pero nuestra actuación es horror,
motivo de Jesús sentir pena,
cuando sus obras, todas muy buenas,
ignoramos, y no hay conversión.
Que no sea piedra, que sea una flor
para el Señor cuya vida entrega
en la cruz, siendo Él mismo la ofrenda
para así salvarnos con su amor.
Amén.