Yo también desfallezco muchas veces
y he bebido el dolor hasta las heces
y caigo y me levanto cada día.
Pero, hermano, qué luz y qué alegría,
cuando al conjuro de las viejas preces,
se esfuman el terror, las pequeñeces,
la tentación, la oscuridad sombría.
Yo he encontrado la luz, la luz, hermano,
la esplendente visión de la hermosura
y un horizonte inmenso, nunca visto.
Ven, amigo, que iremos de la mano
hacia el reino eternal donde fulgura
la antorcha de la Cruz, la Paz de Cristo.