A Cristo

(De Concha Zardoya, poetisa nacida en Chile (1914-2004))
Yo no puedo cantarte aquellas loas
que los santos, llorando, te dijeran:
soy un barro llagado en la garganta,
desdichado amasijo de mudeces.

Soy un trébol amargo, en la ceniza
que el llanto deja, suave, cuando rueda;
polvorienta campana enmudecida,
un desolado golpe sobre el limo.

Sin arcángel, mi boca se ha secado,
y es un pozo de hormigas y de abejas
que se mueren soñando inmóvilmente
con el agua letal de los esteros.

Una niebla es la voz que de mí crece,
arrodillada y triste sobre el humus
esencial de mis pálidas entrañas
que perdieron tu luz en su ceguera.

Y mi aliento no sube a tu costado
alanceado y frío en el madero,
pues baja únicamente hacia la sombra,
poblando con su soplo mis fronteras.

Yo quisiera decirte que te amo,
a pesar de mis huesos que no creen,
arterias rotas, peces derribados
en arena mortal desventurada.

Que te amo en el naufragio interminable
de objeciones y sueños y tristezas,
en papeles difuntos que me cercan,
en los gritos del hombre que asesinan.

Que te amo por humilde y porque fuiste
injuriado con piedras y palabras;
por el ojo mordido, el labio exangüe,
por tu humano dolor en carne abierta.

Yo quisiera decirte que no olvido
tu martirio sin fruto por el mundo,
y que lloro el derrumbe de tu cuerpo
por el ansia divina de salvarnos.

¡Soy un barro llagado en la garganta,
una boca sin voz para cantarte!