Bondadoso Pelícano


Bien desde la antigüedad, ciertas actitudes del pelícano han sido identificadas con el accionar de Cristo; por ejemplo, san Agustín de Hipona (354-430) en sus comentarios a los Salmos lo menciona al profundizar en el Salmo 101, al referirse a una propiedad que se le atribuía entonces a dicha ave de rociar con su propia sangre a sus hijos muertos para revivirlos (Enarraciones de los Salmos 101,8). Otros padres de la Iglesia, así como también varios escritores, utilizaron comparaciones con Jesús respecto a esta ave.

El pelícano procura principalmente peces para su sustento; alimenta a sus aún cegatos polluelos, tras retornar de sus vuelos al mar, mediante la regurgitación. La creencia popular ha llegado a atribuirle a la madre la acción de darse a sí misma como comida a su nidada cuando la pesca escasea, llegando incluso a morir por ellos.

A partir de ese supuesto gesto de esta ave, se le tomó como símbolo de Cristo que se entrega a sí mismo para la salvación del mundo, y que se da como comida para que tengamos vida en Él. Es por ello que existe una no escasa iconografía cristiana relacionada con Cristo y el pelícano, aunque reconocemos que no es muy difundida en la actualidad.

En la Edad Media una composición atribuida a santo Tomás de Aquino (1224-1274) resalta la acción liberadora de la Sangre de Cristo, simbolizada por la sangre del pelícano; se trata del himno Adoro te devote, muy conocido en la actualidad, cuya temática es de alabanza a Jesús en el Santísimo Sacramento de la Eucaristía, que en una de sus estrofas se refiere al Señor de esta manera:

Señor Jesús, bondadoso Pelícano,
límpiame a mí, inmundo, con tu Sangre,
de la que una sola gota puede liberar
de todos los crímenes al mundo entero.

Son estos los orígenes de esta representación; que podamos hoy comprender y apreciar su profundo significado salvífico y eucarístico.