«Dios se inclina». Esta es una palabra profética.
En la noche de Belén, esta palabra ha adquirido un sentido completamente nuevo.
El inclinarse de Dios ha asumido un realismo inaudito y antes inimaginable.
Él se inclina: viene abajo, precisamente Él,
como un niño, incluso hasta la miseria del establo,
símbolo de toda la necesidad y estado de abandono de los hombres.
Dios baja realmente.