(De "La Santísima Virgen María" por san Francisco de Sales)
Imaginémonos ver a San José con la Santísima Virgen, llegar a Belén y buscar por todas partes dónde alojarse, sin hallar ninguno que quiera recibirlos. ¡Oh Dios mío, qué desprecio y repulsa hace el mundo de las personas celestiales y santas, y cómo estas dos almas justas abrazan voluntariamente esta abyección! Ellos no se ensalzan, ni hacen observaciones acerca de sus calidades, sino que sencillamente reciben esa repulsa y aspereza con una mansedumbre sin igual. ¡Oh, cuán miserables somos! El menor olvido que se hace del honor puntilloso que se nos debe, o que nos imaginamos que se nos debe, nos turba, nos inquieta, excita nuestra arrogancia y nuestro orgullo; donde quiera queremos colocarnos a viva fuerza en el primer rango. ¡Ah! ¿cuándo tendremos esa virtud, el desprecio de nosotros mismos y de las vanidades?