Junto al esfuerzo, al trabajo, a las alegrías y a los sinsabores de la vida,
está siempre presente la providencia amorosa de nuestro Padre Dios.
Tener presente que Dios sólo quiere para sus hijos lo mejor,
aunque a veces no lo entendamos, y muchas veces nos resulte oscuro,
es una ocasión para ejercer la fe, la esperanza y el amor a nuestro Padre Dios.
Así como un buen padre o una buena madre corrige a su hijo pequeño, para que así aprenda,
y nadie duda que sus padres son quienes más lo quieren,
del mismo modo nosotros tenemos un padre en los Cielos que siempre nos ayuda y vela por nosotros.
Por eso podemos abandonarnos en manos de Dios con esta oración u otra parecida:
Señor, Dios mío,
en tus manos abandono lo pasado,
lo presente y lo futuro;
lo pequeño y lo grande;
lo poco y lo mucho;
lo temporal y lo eterno.