Sí, los pobres son grandes.
Tenemos que amarlos, pero no con amor de compasión.
Tenemos que amarlos porque es Jesús quien se oculta bajo la semblanza de los pobres.
Son nuestros hermanos y hermanas.
Nos pertenecen.
Los leprosos, los moribundos, los hambrientos, los desnudos:
todos ellos son Jesús.