¡Oh peregrino bien del alma mía
que solo, sin resabios ni recelos
puedes matar mi sed, quitar mis duelos
y convertir mi llanto en alegría!
Pues eres tú mi luz, mi guarda y guía
que tengo yo en la tierra y en los cielos,
no quiero medios, no quiero consuelos,
fuera de ti, de todo me desvía.
En soledad, de todo enajenada,
desnuda de mi ser y de mi vida,
para ser como fénix renovada,
en tu amorosa llama y encendida
me arrojo, que si fuere allí quemada,
seré cual salamandria renacida.