La Herejia del rebautismo: ¿Es correcto "bautizar" a los ya bautizados?

(Artículo de la autoría del  diácono Fabio Serrats de la diócesis de San Pedro de Macorís, República Dominicana; publicado en el sitio web diarionoticias.com el 09 de Febrero de 2013)

El "re-bautismo" es una práctica vigente en una gran mayoría de las denominaciones y sectas cristianas emanadas del neo-protestantismo norteamericano y de las iglesias bautistas, que descienden de los "anabaptistas" de la época de la Reforma Protestante. Los anabaptistas insistían en el bautismo para los que habían sido bautizados en la infancia, y esto ha seguido siendo la posición de las iglesias bautistas. La práctica consiste en volver a bautizar a quienes ya han recibido el bautismo de niños, especialmente si éstos lo recibieron en la Iglesia Católica, aún si hubiera sido recibido de adultos.

En la Iglesia Católica asi como en algunas confesiones protestantes históricas (Luteranas y Anglicanas), se administra el bautismo condicional si se tiene dudas sobre la válidez del mismo antes, si la persona no se acuerda o no existen pruebas de que haya recibido tal sacramento. En la Iglesia de Inglaterra comienza así: "Si no estás bautizado, yo te bautizo".

La cuestión del "re-bautismo" se remonta hacia el siglo II, cuando la Iglesia en Asia Menor, (que enfrentaba el problema de las herejías cristológicas y otras), se negó a reconocer la validez del bautismo realizado por grupos heréticos. Los que regresaban entonces al seno de la Iglesia abandonando a estos grupos heréticos, fueron rebautizados en consecuencia. Esta práctica fue arraigada por la Iglesia Ortodoxa. La Iglesia de Roma, sin embargo, ocupa la posición de que el rito es válido cuando se realiza adecuadamente, es decir, con la fórmula correcta y con la intención correcta, a pesar de las opiniones erróneas de su administrador (sea este, hereje o cismático).

Es en el norte de África donde se da la polémica cuestión con los obispos Tertuliano y Cipriano, que no quieren reconocer el bautismo de los herejes, haciéndose necesaria la intervencion de Esteban, obispo de Roma, en el asunto.

Un escrito anónimo de esos años, "Rebaptismate", establece la posición de la Iglesia en Roma, en la que se hizo una distinción entre el bautismo de agua y el bautismo del Espíritu. Se entendía que cuando un hereje había sido admitido en la Iglesia por la imposición de manos, el Espíritu se transmitió, por lo que una mayor aplicación de agua sería innecesario. Esta práctica seria luego corregida en concilios posteriores.

La posición de la Iglesia fue aprobada por el Consejo de Arles (314) y defendida por San Agustín en su controversia con los donatistas (herejia cristológica). El Concilio de Trento (1534), en su cuarto canon sobre el bautismo, reafirmó la posición católica. La práctica de volver a bautizar a quien ya había recibido el rito bautismal, fue condenada por los padres apostólicos en su momento, ya que se trataba de una desviación del Bautismo, recibido una sola y definitiva vez (Efesios 4, 5). Por tanto es un error gravisímo volver a "bautizar" a quien ya fue bautizado. La práctica ahora de "re-bautizar" a quienes ya recibieron el bautismo y se integran a una comunidad distinta, como es el caso de personas que se confesaban 'catolicas' y se pasan a grupos no católicos, pienso que es una manera de enraizarles y comunicarles a estos, por medio de este gesto de "rebautizarlos", que ya pertenecen a este nuevo grupo y que de no hacerlo, no les estarían diciendo nada a éstos nuevos prosélitos.

En la Iglesia Católica sin embargo, si la persona que vuelve a su seno, aun haya recibido una forma de bautismo distinta, siempre que se demuestre que éste fue realizado con la intención del mismo, por un ministro debidamente ordenado o cualificado por su denominación, y realizado el bautismo en la fórmula correspondiente: "en el nombre del Padre y del Hijo y del Espiritu Santo" (Mateo 28, 19), es considerado válido. Claro, con las aportaciones de testimonios, testigos o documentos que así lo avalen. En resumen, la práctica del "rebautismo", contradice la tradición apóstolica que es la que une en el tronco doctrinal cristocéntrico a toda la cristiandad. Contravenir la misma sería una ofensa e irrespeto al mismo Espíritu Santo, manifestado en las decisiones conciliares de la era apostólica (Hechos 15, 28).