(Texto de san Juan Damasceno)
Dice el Apóstol: Muchas veces y de muchos modos habló Dios antes por medio de los profetas; mas en estos últimos días nos ha hablado por medio del Hijo (Heb 1, 1-2). Por medio del Espíritu Santo hablaron la ley los profetas, los evangelistas, los apóstoles, los pastores y maestros. Por eso, toda Escritura es inspirada por Dios y es también útil (cfr. 2 Tm 3, 16). Es, pues, cosa bella y saludable investigar las divinas Escrituras.
Como un árbol plantado junto a cursos de agua, así el alma regada por la Sagrada Escritura crece y lleva fruto a su tiempo (Sal 1, 3); es decir, la fe recta, y está siempre adornada de verdes hojas, esto es, de obras agradables a Dios. Por las santas Escrituras, en efecto, somos conducidos a cumplir acciones virtuosas y a la pura contemplación. En ellas encontramos el estímulo para todas las virtudes y el rechazo de todos los vicios. Por eso, si aprendemos con amor, aprenderemos mucho; pues mediante la diligencia, el esfuerzo y la gracia de Dios que da todas las cosas, se obtiene todo: el que pide, recibe; el que busca, halla; a quien llama, se le abrirá (Lc 11, 10).
Exploremos, pues, este magnífico jardín de la Sagrada Escritura, un jardín que es oloroso, suave, lleno de flores, que alegra nuestros oídos con el canto de múltiples aves espirituales, llenas de Dios; que toca nuestro corazón y lo consuela cuando se halla triste, lo calma cuando se irrita, lo llena de eterna alegría; que eleva nuestro pensamiento sobre el dorso brillante y dorado de la divina paloma, que con sus alas esplendorosas nos lleva hasta el Hijo Unigénito y heredero del dueño de la viña espiritual, y por medio de Él al Padre de las luces. Pero no lo exploremos con desgana, sino con ardor y constancia; no nos cansemos de explorarlo. De este modo se nos abrirá.
Si leemos una vez y otra un pasaje, y no lo comprendemos, no nos debemos desanimar, sino que hemos de insistir, reflexionar, interrogar. Está escrito, en efecto: interroga a tu padre y te lo anunciará, a tus ancianos y te lo dirán. La ciencia no es cosa de todos. Vayamos a la fuente de este jardín para tomar las aguas perennes y purísimas que brotan para la vida eterna. Gozaremos y nos saciaremos, sin saciarnos, porque su gracia es inagotable. Si podemos tomar algo útil también de los de fuera, nada nos lo prohibe; pero comportémonos como expertos cambistas, que recogen el oro genuino y puro, mientras rechazan el oro falso. Acojamos sus buenas enseñanzas y arrojemos a los perros sus divinidades y sus mitos absurdos, pues de todo eso sacaremos más fuerzas para combatirlos.