(Del Compendio del Catecismo de la Iglesia Católica)
¿Qué nos revela Jesucristo acerca del misterio del Padre?
Jesucristo nos revela que Dios es «Padre», no sólo en cuanto es Creador del universo y del hombre sino, sobre todo, porque engendra eternamente en su seno al Hijo, que es su Verbo, «resplandor de su gloria e impronta de su sustancia» (Hb 1, 3).
¿Quién es el Espíritu Santo, que Jesucristo nos ha revelado?
El Espíritu Santo es la tercera Persona de la Santísima Trinidad. Es Dios, uno e igual al Padre y al Hijo; «procede del Padre» (Jn 15, 26), que es principio sin principio y origen de toda la vida trinitaria. Y procede también del Hijo (Filioque), por el don eterno que el Padre hace al Hijo. El Espíritu Santo, enviado por el Padre y por el Hijo encarnado, guía a la Iglesia hasta el conocimiento de la «verdad plena» (Jn 16, 13).
¿Cómo expresa la Iglesia su fe trinitaria?
La Iglesia expresa su fe trinitaria confesando un solo Dios en tres Personas: Padre, Hijo y Espíritu Santo. Las tres divinas Personas son un solo Dios porque cada una de ellas es idéntica a la plenitud de la única e indivisible naturaleza divina. Las tres son realmente distintas entre sí, por sus relaciones recíprocas: el Padre engendra al Hijo, el Hijo es engendrado por el Padre, el Espíritu Santo procede del Padre y del Hijo.
La Iglesia expresa su fe trinitaria confesando un solo Dios en tres Personas: Padre, Hijo y Espíritu Santo. Las tres divinas Personas son un solo Dios porque cada una de ellas es idéntica a la plenitud de la única e indivisible naturaleza divina. Las tres son realmente distintas entre sí, por sus relaciones recíprocas: el Padre engendra al Hijo, el Hijo es engendrado por el Padre, el Espíritu Santo procede del Padre y del Hijo.
¿Cómo obran las tres divinas Personas?
Inseparables en su única sustancia, las divinas Personas son también inseparables en su obrar: la Trinidad tiene una sola y misma operación. Pero en el único obrar divino, cada Persona se hace presente según el modo que le es propio en la Trinidad.
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Oración a la Santísima Trinidad
(Autor: Beata Sor Isabel de la Trinidad)
¡Oh Dios mío, Trinidad adorable, ayúdame a olvidarme
por entero para establecerme en ti!
¡Oh mi Cristo amado, crucificado por amor! Siento mi
impotencia y te pido que me revistas de ti mismo, que
identifiques mi alma con todos lo movimientos de tu
alma; que me sustituyas, para que mi vida no sea más
que una irradiación de tu propia vida. Ven a mí como
adorador, como reparador y como salvador...
¡Oh fuego consumidor, Espíritu de amor! Ven a mí, para
que se haga en mi alma una como encarnación del Verbo;
que yo sea para él una humanidad sobreañadida en la que
él renueve todo su misterio.
Y tú, ¡oh Padre!, inclínate sobre tu criatura; no veas
en ella más que a tu amado en el que has puesto todas
tus complacencias.
¡Oh mis tres, mi todo, mi dicha, soledad infinita,
inmensidad en que me pierdo! Me entrego a vos como
una presa; sepultaos en mi para que yo me sepulte en
vos, en espera de ir a contemplar en vuestra luz el
abismo de vuestras grandezas.
Amén.