Los Dones del Espíritu Santo son regalos que nos transmiten las virtudes y perfección de Cristo. Debemos aspirar a un desarrollo pleno de ellos en cada uno de nosotros. Estos nos ayudan en nuestro camino de fe, fomentan nuestro crecimiento individual, y son usados en provecho de toda la comunidad cristiana.
En el libro del profeta Isaías, en el Antiguo Testamento, son mostrados como características mesiánicas. Así vemos en Isaías 11,1-2: "Saldrá un vástago del tronco de Jesé, y un retoño de sus raíces brotará. Reposará sobre él el espíritu de Yahvé: espíritu de sabiduría e inteligencia, espíritu de consejo y fortaleza, espíritu de ciencia y temor de Yahvé".
Mediante el Bautismo, los dones del Espíritu Santo pasan a ser otorgados a los miembros de la comunidad de los redimidos, es decir a la Iglesia de Jesucristo.
BREVE COMENTARIO DE LOS SIETE DONES
Sabiduría: Es conocimiento espiritual; conocer lo que agrada a Dios. No consiste en erudición, intelectualidad o conocimiento tecnológico; tampoco es conocimiento teológico. Es apreciar la gran sabiduría de Dios, manifestada en la grandeza y belleza de la creación. Mediante este don, el Espíritu Santo nos ayuda a actuar conforme a la voluntad de Dios. Esa es la verdadera sabiduría.
Inteligencia o entendimiento: El Espíritu Santo nos ayuda a comprender el camino hacia Dios. Esa es la inteligencia. Nos lleva a entender el amor que Dios nos tiene y la redención proporcionada por el Hijo. En esencia, es la habilidad que se nos da para adentrarnos en el conocimiento de Dios.
Consejo: El don de consejo es dado por el Espíritu Santo para aplicar el beneficio del conocimiento adquirido mediante los dones de sabiduría e inteligencia, en beneficio de otras personas que necesitan orientación. La Palabra de Dios y el ejemplo de Cristo habrán siempre de ser la guía para el ejercicio de este don, cuyo objetivo es la justicia y la paz.
Fortaleza: Mediante este don, el Espíritu Santo nos fortalece en la fe. Nos da firmeza y nos ayuda a recorrer el espinoso camino que conduce a la salvación, aún en medio de las dificultades y las pruebas.
Ciencia: Este don del Espíritu Santo nos permite infunde el conocimiento de Cristo y nos ayuda a aplicarlo. No es erudición. Es entender la Palabra de Dios y su voluntad en las circunstancias cotidianas que nos rodean.
Piedad: Por este don, el Espíritu Santo nos lleva a actuar con los demás, como lo haría Jesús. Es un don de contemplación y de acción; es decir, implica sentir dolor ante la necesidad del prójimo, pero nos lleva también a la acción solidaria.
Temor de Dios: No es miedo a Dios. Este don del Espíritu Santo nos lleva entender el amor de Dios por nosotros y relacionarlo con las acciones que obramos. Nos lleva realmente a amar a Dios y a nuestros hermanos.
LOS FRUTOS DEL ESPÍRITU SANTO
Estos dones producen frutos en las personas; son expresiones de la perfección que habremos de vivir en la presencia gozosa y eterna de Dios. En el texto de Gal 5,22-23, Pablo cita 9 de los frutos del Espíritu Santo; en tanto que la Tradición de la Iglesia ha identificado otros tres, para un total de doce; ellos son:
Amor, caridad: Es el primer fruto. Surge del amor de Dios; se manifiesta amándolo a él y al prójimo.
Alegría, gozo espiritual: Proviene de sabernos amado por Dios. El Espíritu Santo nos conduce a vivir alegres aún en medio de las dificultades.
Paz: Es tranquilidad de nuestro ánimo y alegría perfecta. Es la paz que sólo puede dar Dios.
Paciencia: Es saber aguardar sin inquietud aún en las situaciones más difíciles.
Longanimidad o perseverancia: Mantenerse firme en el ánimo en situaciones de sufrimiento, con la certeza de que nos aguarda un gozo eterno.
Bondad: Es hacer el bien en nuestras vidas.
Benignidad: Ser buenos; no actuar con maldad
Mansedumbre: Actuar mansamente, no sentir ira, ser de trato dulce con los demás.
Fe: El Espíritu Santo nos ayuda a creer en lo que tenemos aceptar como verdad.
Modestia: Modera y regula en nosotros nuestras acciones y palabras.
Continencia: Modera los deleites de los sentidos.
Castidad: Refrena los deleites impuros.