El Kerigma

El primer anuncio evangélico

La palabra "kerigma" significa el "anuncio" de una noticia por medio de un heraldo. En el Nuevo Testamento, indica "proclamación" de la Buena Nueva (la gozosa noticia) por medio de la "predicación" (Rom 16,25). De hecho es el primer anuncio sobre Dios Amor, que ha enviado a su Hijo Jesucristo, hecho hombre como nosotros, para nuestra salvación.

Jesús mismo hizo este "anuncio", proclamando "El Reino de Dios está cerca" (Mc 1,15). Con ello indicaba que las promesas mesiánicas ya habían llegado a "su tiempo". La acogida del Reino incluye un cambio de mentalidad (la "conversión") y una adhesión a la persona de Cristo y a su mensaje "Creer en el evangelio" (Mc 1,15). Los Apóstoles invitaron a recibir al Mesías (el "Cristo"), como ungido y enviado por Dios en "la plenitud de los tiempos" (Gál 4,4).

Cuando el día de Pentecostés San Pedro proclamó el hecho de la muerte y resurrección de Jesús, invitó también a la aceptación del hecho salvífico por medio de la fe y del bautismo "A este Jesús lo resucitó Dios, de lo cual todos nosotros somos testigos... Arrepentíos y bautizados en el nombre de Jesucristo para remisión de vuestros pecados, y recibiréis el Espíritu Santo" (Hch 2,32-38). Desde el día de Pentecostés, la Iglesia anuncia que Jesús es el Hijo de Dios hecho hombre para nuestra salvación, por medio de su muerte y resurrección; en él se cumplen las esperanzas mesiánicas.

Elementos fundamentales del "kerigma"

Los elementos fundamentales del "kerigma" se encuentran en diversos pasajes de San Pablo la filiación divina de Jesús (manifestada por la fuerza del Espíritu en la resurrección), su realidad humana (manifestada especialmente en su nacimiento y muerte), su redención para nuestra salvación. Cristo, por su resurrección, manifiesta que es Hijo de Dios hecho nuestro hermano por la fuerza del Espíritu. "Este evangelio se refiere a su Hijo, nacido de la estirpe de David en cuanto hombre, y constituido por su resurrección de entre los muertos, Hijo poderoso de Dios según el Espíritu santificador Jesucristo, Señor nuestro" (Rom 1,1-5). Jesús es el Hijo de Dios y, por tanto, perfecto Dios, y es también perfecto hombre, hermano nuestro y, por tanto, Salvador definitivo, pleno y universal.

Estos elementos del "kerigma" aparecen claramente en el conjunto de textos marianos neotestamentarios Mt 1-2 (infancia); Lc 1-2 (infancia); Jua 2,1-12 (Caná); Jua 19,25-27 (cruz); Mc 3,31-35 y paralelos sinópticos (alabanza de la madre de Jesús); Hch 1,12ss (cenáculo); Gál 4,4-7 ("la mujer"); Apo 12,1 ("la gran señal"). María es Virgen por obra del Espíritu (Cristo es verdadero Hijo de Dios), María es madre (Cristo es verdadero hombre), María está asociada a la salvación (Cristo es el único Salvador). Así, pues, ya ha comenzado el cumplimiento de las profecías y de las esperanzas mesiánicas.

Sentido misionero universalista

En el "kerigma" se anuncia a Cristo, el Hijo de Dios hecho hombre, muerto y resucitado, que comunica, de parte del Padre, la vida nueva en el Espíritu. Tiene, pues dimensión trinitaria. Jesús había enviado a los apóstoles "a todas las gentes", para "enseñar" o anunciar el mensaje de su encarnación y redención, de suerte que toda la humanidad quedara invitada y urgida a participar del misterio trinitario de Dios Amor, bautizándose "en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo" (Mat 28,19). Jesús comunicó el Espíritu Santo ("la promesa del Padre") a los apóstoles, para que tuvieran el valor de anunciar en su nombre este misterio de amor a toda la humanidad.

El apóstol es enviado a proclamar este "primer anuncio" a todos los pueblos, puesto que "evangelizar es, ante todo, dar testimonio, de una manera sencilla y directa, de Dios revelado por Jesucristo mediante el Espíritu Santo. Testimoniar que ha amado al mundo en su Hijo; que en su Verbo Encarnado ha dado a todas las cosas el ser, y ha llamado a los hombres a la vida eterna".

La novedad de la misión cristiana estriba en este anuncio de la encarnación del Verbo y de su misterio pascual de muerte y resurrección, como epifanía del misterio trinitario. Por Cristo, perfecto Dios y perfecto hombre, Dios ha querido salvar al hombre por medio del hombre, comunicándole la vida nueva en el Espíritu. El misterio del hombre, creado a imagen de Dios, ha sido restaurado, por Cristo y en el Espíritu. El hombre ya puede participar de la vida trinitaria.

(De: ESQUERDA BIFET, Juan, Diccionario de la Evangelización, BAC, Madrid, 1998)