Llamado misionero y respuesta de conversión


La Cuaresma es un tiempo de conversión y cambio de actitud, por lo que resulta actual volver a leer sobre un tema ya publicado que tiene que ver al respecto.

Hay un libro en el Antiguo Testamento, interesante y breve; consta de 4 capítulos (unas tres páginas, dependiendo de los tamaños de letra y página). Está narrado a modo de cuento, o más bien como un corto y ameno relato. Es el libro de Jonás, y en él se nos habla del llamado misionero y del llamado a la conversión; así como de la respuesta que se espera a cada uno de esos llamados.

Llamado misionero:

Dios le pide a Jonás que vaya a Nínive (la capital de Asiria) y que, a modo de advertencia, les anuncie a sus habitantes que “En 40 días Nínive será destruida”. Jonás rehusando a cumplir el mandato misionero encomendado por Dios, se embarcó hacia Tarsis, en dirección contraria a donde se le estaba enviando.

Durante el viaje hubo grandes tormentas, y ante su admisión de que su actitud era la causa del fenómeno, los marineros lo arrojaron al agua para calmar la ira del mar. Para que no muriera, Dios hizo que un gran pez lo tragara. Allí permaneció tres días y tres noches, hasta que fue vomitado en la playa por el pez.

Luego de haberse negado a responder al llamado misionero, Jonás decidió finalmente efectuar la tarea que se le había encomendado, y se dirigió a Nínive.

Después de que Jonás les anunciara la destrucción inminente debido al pecado, el libro nos habla de la penitencia y el arrepentimiento mostrado por los habitantes de la ciudad.

Respuesta de conversión:

La respuesta de los ninivitas al llamado fue:
• Creyeron en Dios.
• Hicieron ayunos.
• Vistieron ropa de sayal (tela rústica de lana).
• El Rey se sentó sobre cenizas y ordenó un ayuno de alimentos y agua de todas las personas, e incluso de los animales.

Dios por su parte, al ver la actitud de arrepentimiento, no castigó a la comunidad con la destrucción anunciada.

Dicen que Dios escribe derecho con líneas torcidas, aunque Jonás no lo esperaba, los ninivitas respondieron con un cambio de actitud ante la amenaza que tenían sobre ellos. Eso es conversión.

El propio Jesús condenaría después la incredulidad de sus contemporáneos comparándola con la conversión de los ninivitas ante el anuncio de Jonás.

La conversión es una respuesta positiva al llamado de Dios. Ese llamado puede ser mediante:
• Una advertencia: como el anuncio a los ninivitas.
• Una aparición: como a San Pablo.
• Una enfermedad.
• Una carencia o necesidad.
• Un favor recibido: una curación.
• Una prédica, un retiro, una charla, una lectura en una página de internet como esta, por ejemplo.

Dios rechaza el pecado, pero se compadece del pecador:

Continuando con el libro, Jonás se molestó porque Dios, ante el arrepentimiento de los ninivitas, los había perdonado. Razonó que Dios era ‘demasiado bueno’, que su predicación no había tenido sentido y que esa era la razón por por lo que intentó no realizarla, porque ya sabía que eso iba a pasar.
Le dijo a Dios: “Más me vale morir que seguir viviendo”. Entonces se colocó a la sombra de un arbusto que se secó luego que un gusano lo picara, se puso triste y dijo: “Estoy que me muero de rabia”.

Dios le hizo saber que el se compadece de las personas: le dijo: tu te compadeces de un arbusto que se seca, el cual no sembraste, “Y no voy a tener lástima yo de Nínive, la gran ciudad, en la que hay más de ciento veinte mil personas?”.

En esta expresión se manifiesta que:
• Dios es compasivo.
• Está pendiente y se preocupa de cada uno de nosotros.
• Siente lástima por los pecadores y está dispuesto a perdonar y ayudar.

Nosotros hoy:

Como comentario final, diremos que en esta narración el pueblo que recibió la predicación acogió el llamado, se arrepintió de sus pecados; sin embargo la actitud del misionero o predicador tuvo aspectos completamente negativos. Como aplicación actual, relacionada con el llamado misionero que todos tenemos debido a la dimensión profética que hemos recibido como bautizados, cabe decir que para realizar cabalmente esta función, se requiere que primero estemos realmente convertidos nosotros mismos, que hayamos tenido previamente un encuentro con Cristo. De ese modo habrá una concordancia entre el mensaje y el mensajero; para que no nos suceda como a las campanas del templo, que invitan a asistir a la palabra de Dios que va a ser proclamada en el interior, pero se quedan fuera y no la escuchan.