En aquel tiempo, preguntó Pilato a Jesús:
-¿Eres tú el rey de los judíos?
Jesús le contestó:
-¿Dices eso por tu cuenta o te lo han dicho otros de mí?
Pilato replicó:
-¿Acaso soy yo judío? Tu gente y los sumos sacerdotes te han entregado a mí: ¿Qué has hecho?
Jesús le contestó:
-Mi reino no es de este mundo. Si mi reino fuera de este mundo, mi guardia habría luchado para que no cayera en manos de los judíos. Pero mi reino no es de aquí.
Pilato le dijo:
-Conque, ¿tú eres rey?
Jesús le contestó:
-Tú lo dices: Soy Rey. Yo para esto he nacido y para esto he venido al mundo; para ser testigo de la verdad. Todo el que es de la verdad, escucha mi voz.
REFLEXIÓN (de "El año litúrgico - Celebrar a Jesucristo" por Adrien Nocent):
La escena transcurre en el interior del pretorio, donde Pilato interroga a Jesús. Se percibe allí a Pilato interesado y de hecho turbado por la personalidad de Jesús. Se pregunta sinceramente quién es. Lo manifiesta su pregunta, en la que no habría que ver una ironía: "¿Eres tú el rey de los judíos?". Jesús hace alusión a esa inquietud de un Pilato que se encubre: "¿Dices eso por tu cuenta o te lo han dicho otros de mí?".
Pero Jesús no quiere ya ocultar su verdadera cualidad: "Tú lo dices: Soy Rey". Con todo, Pilato podría confundir las cosas. La realeza de Cristo es de orden espiritual, no de orden nacional.
En cuanto autoridad espiritual Jesús es rey, y esta autoridad pertenece a Dios. Su realeza no viene de este mundo; le ha sido confiada por el Padre. Jesús, por lo tanto, no es rey en el sentido político de la palabra, tal como Pilato podría entenderlo.
Sin embargo, Pilato ha dicho que Cristo era rey, y ha dicho verdad, si por ello entiende una realeza que escapa a toda consideración terrena. Porque la realeza de Cristo consiste en dar testimonio de la verdad.
Verdad no significa aquí una filosofía, sino la realidad eterna en contraposición a lo que pasa, la realidad de Dios. Jesús ha sido enviado y ha venido para transmitir a los hombres una realidad que libera, la realidad eterna, objeto esencial de la revelación por la que el Verbo se encarnó.
Esta escena del proceso de Jesús es paradójica. Pilato es juez de Jesús; en realidad, es Jesús quien juzga a Pilato; él es el Rey, el juez, porque es quien libera o condena, según que se reciba el testimonio de la verdad divina o que se rechace este testimonio.
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