El alma humilde pone su confianza en Dios

(Del Diario de santa Faustina)
Oh Jesús mío, no hay nada mejor para un alma que las humillaciones.
En el desprecio está el secreto de la felicidad;
cuando el alma llega a conocer que es una nulidad, la miseria personificada y que todo lo que tiene de bueno en sí misma, es exclusivamente don de Dios, cuando el alma ve que todo lo que tiene en sí le ha sido dado gratuitamente y que de sí tiene solamente la miseria, esto la mantiene continuamente humilde delante de la Majestad de Dios y Dios, viendo tal disposición del alma, la persigue con sus gracias.
Cuando el alma se hunde en el abismo de su miseria, Dios hace uso de su omnipotencia para enaltecerla.
Si hay en la tierra un alma verdaderamente feliz, ésta es solamente un alma verdaderamente humilde.
Al principio el amor propio sufre mucho a causa de eso, pero si el alma enfrenta valerosamente repetidos combates, Dios le concede mucha luz en la que ella ve lo miserable y engañoso que es todo. En su corazón está solamente Dios;
un alma humilde no confía a sí misma, sino que pone su confianza en Dios.
Dios defiende al alma humilde y Él Mismo se introduce en las cosas de ella y entonces el alma permanece en máxima felicidad que nadie puede comprender.