María es como el arco-iris, señal de reconciliación entre Dios y los hombres.
Es como un capullo de rosa que abre sus pétalos en pleno invierno;
como un lirio que crece junto a la corriente de las aguas;
como un incienso que esparce suaves aromas.
Ella es un cáliz de oro cubierto de piedras preciosas,
un olivo que jamás pierde su follaje,
un ciprés que se eleva sobre todos los árboles del bosque.