Lectura orante del Evangelio del Domingo (Ciclo B) de la Semana 9 del Tiempo Ordinario: Marcos 2,23-3,6


Tu Santo Espíritu pedimos en este momento en que nos disponemos a orar con tu Palabra, Señor, para que nos dé el entendimiento, el ánimo y la disposición, para comprender tu mensaje y aplicarlo en nuestra vida diaria. Amén.

1. Lectura

a) Texto del día

Marcos 2,23-3,6: Un sábado, cruzaba Jesús por los sembrados, y sus discípulos empezaron a abrir camino arrancando espigas. Decíanle los fariseos: «Mira ¿por qué hacen en sábado lo que no es lícito?». Él les dice: «¿Nunca habéis leído lo que hizo David cuando tuvo necesidad, y él y los que le acompañaban sintieron hambre, cómo entró en la Casa de Dios, en tiempos del Sumo Sacerdote Abiatar, y comió los panes de la presencia, que sólo a los sacerdotes es lícito comer, y dio también a los que estaban con él?». Y les dijo: «El sábado ha sido instituido para el hombre y no el hombre para el sábado. De suerte que el Hijo del hombre también es señor del sábado».

Entró Jesús de nuevo en la sinagoga, y había allí un hombre que tenía la mano paralizada. Estaban al acecho a ver si le curaba en sábado para poder acusarle. Dice al hombre que tenía la mano seca: «Levántate ahí en medio». Y les dice: «¿Es lícito en sábado hacer el bien en vez del mal, salvar una vida en vez de destruirla?». Pero ellos callaban. Entonces, mirándoles con ira, apenado por la dureza de su corazón, dice al hombre: «Extiende la mano». Él la extendió y quedó restablecida su mano. En cuanto salieron los fariseos, se confabularon con los herodianos contra Él para ver cómo eliminarle.

b) Contexto histórico y cultural

Los fariseos, que ya estaban con preocupación "observando" a Jesús y su naciente movimiento, se habían convertido en celosos guardianes del cumplimiento de la ley mosaica por los judíos. Es por eso que se asombran al ver a los discípulos de Jesús cortar las espigas en ese día; acto que consideran como una violación al mandato, que consideran fundamental, de guardar el descanso del sábado.

2. Meditación (para leer lenta y pausadamente; deteniéndose a meditar y saborear cada palabra, cada verso y cada estrofa, relacionándolos con el Evangelio del día y con nuestra vida)

La espiga

Tu presencia, Señor, es descanso;
es el alivio de mis fatigas.
Refugio eres, también remanso;
con tu defensa, Señor, me mimas
ante aquel cuya porfía no alcanzo
y que mis faltas siempre vigila
procurando mi mortal ocaso.
Pero tú con tu pan de la vida
a todos quieres rebosar el plato;
que tu Cuerpo sea ahora esa espiga,
alimento santo y nunca escaso,
y que, al comerle, tú me bendigas.

Amén.

Tienes pena del sufrido

Tienes pena del sufrido
y sus penas calmarás
pues te afligen a ti mismo:
todos, vienes a sanar.

A nosotros has venido,
impedir, nadie podrá,
que te acerques como amigo
y tu bondad vengas a dar.

Para otros soy tullido,
un deforme y nada más
que, visto como mendigo,
me han querido despreciar;

para ti: de Dios, otro hijo,
a quien Tú pides amar
como un hermano querido
que necesitado está.

Amén.

3. Oración

Quiero, Señor, descansar en ti,
tener ansias de ti,
tener hambre de ti,
buscarte a ti.
Sólo tú puedes llenar mi vacío.
Que este deseo de tu presencia me lleve a buscarte,
y que al buscarte pueda hallarte y reconocerte
en las tantas formas en que a mi llegas cada día.
Amén.

4. Contemplación (en un profundo silencio interior nos abandonamos por unos minutos de un modo contemplativo en el amor del Padre y en la gracia del Hijo, permitiendo que el Espíritu Santo nos inunde. En resumen, intentamos prolongar en el tiempo este momento de paz en la presencia de Dios).

5. Acción

Reconocerme firmemente
defendido por Jesús
ante mis adversarios,
es mi alegría en este día.
Hacer que otros
también así lo sientan,
será un propósito de mi vida.
Amén.