Lectura orante del Evangelio del Martes de la Semana 24 del Tiempo Ordinario: Lucas 7,11-17


Danos ahora, Señor, una efusión de tu Espíritu Santo que conduzca esta lectura orante de tu Palabra eficaz, que nos haga entender, acoger y vivir el mensaje que nos has echo llegar con el Evangelio de hoy. Amén.

1. Lectura

a) Texto del día

Lucas 7,11-17: En aquel tiempo, Jesús se fue a una ciudad llamada Naím, e iban con Él sus discípulos y una gran muchedumbre. Cuando se acercaba a la puerta de la ciudad, sacaban a enterrar a un muerto, hijo único de su madre, que era viuda, a la que acompañaba mucha gente de la ciudad. Al verla el Señor, tuvo compasión de ella, y le dijo: «No llores». Y, acercándose, tocó el féretro. Los que lo llevaban se pararon, y Él dijo: «Joven, a ti te digo: levántate». El muerto se incorporó y se puso a hablar, y Él se lo dio a su madre. El temor se apoderó de todos, y glorificaban a Dios, diciendo: «Un gran profeta se ha levantado entre nosotros», y «Dios ha visitado a su pueblo». Y lo que se decía de Él, se propagó por toda Judea y por toda la región circunvecina.

b) Contexto histórico y cultural

Naím era un poblado o aldea ubicado en el sur de Galilea, cercano a Nazaret a unos 40 kilometros de Cafarnaúm; podría considerarse dentro del área que Jesús recorrió profusamente, predicando, enseñando y sanando, en el transcurso de su intensa misión.

2. Meditación (para leer lenta y pausadamente; deteniéndose a meditar y saborear cada palabra, cada verso y cada estrofa, relacionándolos con el Evangelio del día y con nuestra vida)

Anticipo

Aquel hijo único,
que su madre era viuda
y su entierro seguían,
¿no sería algún anuncio

para Ti de preludio?
Madre ya sin ayuda:
¿pensarías en la tuya,
al faltar, sin recursos?

Para él no es lo último
porque entonces actúas,
de la muerte, lo aúpas,
y su cuerpo no es pútrido.

Ese fue un anticipo
de tu vuelta a la vida:
¡las tinieblas vencidas
por Ti; un único Hijo!

3. Oración

Tú, que devuelves la vida

Tú, que devuelves la vida,
te pido que me reanimes
como a ese que revives,
para que luego te siga
y a todo el mundo le diga
que, en ti, la muerte no existe.

Amén.

4. Contemplación (en un profundo silencio interior nos abandonamos por unos minutos de un modo contemplativo en el amor del Padre y en la gracia del Hijo, permitiendo que el Espíritu Santo nos inunde. En resumen, intentamos prolongar en el tiempo este momento de paz en la presencia de Dios).

5. Acción

A reconocerte como Señor de la vida,
vencedor de la muerte,
estoy invitado en este día;
esa es mi acción,
desde hoy, Señor.
Amén.